El asesinato de siete policías en el VRAEM es la muestra de desesperación en la que ha caído la izquierda radical ante el fracaso de la “Toma de Lima” el desbloqueo de carreteras, la inutilidad y cada vez más raleada chilla cajera.
Sendero Luminoso puso sus cartas sobre la mesa cuando reclamó la liberación de Pedro Castillo, renuncia de Dina Boluarte, disolución del congreso, elecciones generales y asamblea constituyente.
Nada de eso han conseguido, hasta el momento, por lo que corren el riesgo de un descrédito mayor al que tuvieron cuando Benedicto Jiménez y los muchachos del GEIN atraparon la cúpula que encabezaba Abimael Guzmán.
Se les fue a la basura todo el andamiaje montado con manifestantes a destajo, huaraqueros asalariados, mercenarios de pacotilla, jornaleros del descontento, obreros de la destrucción civil.
Necesitaban ese golpe efectista para empujar al congreso al adelanto de elecciones que es lo único que les va quedando de una agenda promovida por el Foro, alentada por la minoría radical que busca crecer con el concurso de comunistas de otros barrios.
Son minoría y no lo quieren aceptar, declaran la guerra al Perú y el Estado no se da por enterado, gritan y chillan como chancho en el matadero y nadie los escucha, sueñan con el poder y es momento que despierten y se den cuenta que 33 millones de peruanos rechazan el anacronismo de una ideología que fracasó en el mundo entero.
Los peruanos no queremos vivir como en Cuba o Venezuela, repudiamos dictaduras como la de Daniel Ortega, rehusamos al desastre económico argentino, nos abstenemos de ridículas asambleas constituyentes como en Chile.
Preferimos ser el lunar que brille en el mapa rojo sudamericano hasta que regrese la cordura a las mentes de los pueblos vecinos o el hambre y la desocupación los empuje a rebelarse contra el fracaso de sus economías.