“Tu Sonrisa es mi mayor anhelo”
Por Pepe Hidalgo.
Pocas historias como las de Walter Zegarra pueden llegar no sólo a sorprendernos y despertar admiración por el ejemplo de perseverancia, dedicación y férrea disciplina, sino también despertar entre quienes lo conocen un entusiasmo contagioso de su espíritu humano y de solidaridad para con el prójimo.
Hoy, este ilustre galeno no sólo logró vencer mil y un vicisitudes, sino que gracias a su esfuerzo incansable más de 10 mil niños peruanos, quienes nacieron con labio hendido pudieron sonreír. Y es que el Dr. Walter Zegarra sabe lo que es una sonrisa de estos pequeños; a la sazón el mayor anhelo de su vida.
En la actualidad, en la quietud de su consultorio el doctor Zegarra suele también sonreír a solas recordando los difíciles momentos de su infancia, la decisión que tomó el mismo a muy temprana edad y la valentía de tomar sus maletas cargadas de todas sus ilusiones para enrumbarse en la gran aventura de su vida que no fue fácil.
Sin embargo, pareciera que fue tan solo ayer cuando en compañía de un grupo de adolescentes usaban nada menos que una vereda de la Avenida Perú, en Trujillo, como pizarra escribiendo y borrando fórmulas químicas, físicas, matemáticas. Repitiendo los ejercicios una y otra vez al compás del ruido de la tiza que interrumpía el silencio de la madrugada.
Qué tiempos aquellos, los mismos que cual si fuera ayer marcaban el momento de la verdad; se trataba del examen de admisión y de lograr una vacante en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Trujillo. El reto que se había propuesto un bisoño Antero Walter Zegarra Carranza era el de convertirse en pediatra y volver a su natal Agallpampa para atender gratuitamente a todos los niños.
Ya había llegado hasta aquí. Era el momento de enfrentarse a la realidad y ver si podía salir airoso para de esa manera abrirse las puertas del futuro. Pero eso no fue el único obstáculo que tuvo que vencer. Walter Zegarra ya había dado muestras de tesón y perseverancia; actitudes que fueron forjando el carácter del gran galeno.
Sabía, por consiguiente, que no sería fácil, pero el joven Walter ya tenía experiencia en estos menesteres.
EL NIÑO DE AGALLPAMPA
Un cielo celeste intenso cubre Agallpampa, distrito de la provincia de Otuzco, en la sierra de La Libertad. Viviendas de material noble y otras que conservan el estilo andino del adobe, el barro y los techos de tejas, se levantan sobre sus casi 300 km2 de superficie. Algunos pobladores, niños en su mayoría como Walter, caminaban horas, de un caserío a otro, cargando sobre hombros latas con agua que recolectaron del río Motil, principal proveedor de este recurso, para luego venderlas y subsistir dignamente. Era un trabajo sacrificado para la temprana edad de los mozuelos.
El Matrimonio Zegarra Carranza tuvo seis hijos. Ellos, conocieron la necesidad en su niñez, tras quedar huérfanos de padre. El trabajo y las herramientas desplazaron en casa a los juguetes; descansar era una utopía.
El primero incursionó en sastrería; el segundo, en carpintería; el tercero, en albañilería y las dos mujeres apoyaron a mamá en los quehaceres domésticos y labores de campo. Walter, el último, era mil oficios. Los hermanos se reunían cada Navidad, en casa de su madre.
Walter aprovechaba la cita familiar para escribir en una pizarra sus propósitos de vida. Confesó en reiteradas ocasiones que soñaba con ser pediatra y dueño de una clínica. El aliento familiar era negativo. “Pisa tierra” – le decía su hermano mayor. “Esa profesión es costosa” – agregaba el resto. Será por eso que, cuando tiempo después postuló a la UNT, ni siquiera lo comentó.
Pero volviendo al aún niño Walter, éste decidió un buen día abandonar su tierra a sus escasos 9 años. Resulta que una de las familias que lo empleaba era propietaria de un camión que transportaba madera desde La Libertad hacia Lima.
El Chofer le propuso viajar; el aceptó Le dijo a Margarita, su madre, que se iría a trabajar y estudiar en la Capital; ella no le creyó, pero finalmente lo dejó ir. Trepó la unidad en horas de la noche. Se cobijó entre las maderas e inició la aventura. El viaje de sus sueños había comenzado; al menos eso creía.
Rumbo a Lima, el camión se detuvo en Trujillo, frente a un grifo en el jirón Unión. El niño asomó por una de las rendijas de la carrocería y curioseó. No imaginó que su vista se encontraría con un viejo conocido: su hermano. Éste, sorprendido, le preguntó que hacía en ese camión y hacia donde iba. Walter respondió que se dirigía hacia la capital.
El hermano ordenó que bajara. “Tú te quedas aquí” – le dijo. Se abrazaron. La noche permaneció quieta.
LOS SACRIFICIOS
En la actualidad, en medio de un impecable y pulcrísimo consultorio en la conocida Clínica Zegarra; el doctor recuerda la curiosa anécdota de la vereda convertida en pizarra, más que con melancolía, con la satisfacción de haber cumplido con llegar a las metas que se trazó. “Eran tiempos difíciles.
En mi niñez y adolescencia trabajé cortando vidrios, confeccionando zapatos y fabricando cajitas de madera, desde las 8:00 de la mañana hasta las 10:00 de la noche, y luego había que estudiar hasta el amanecer. Si quería ser médico, el sacrificio era necesario” – recuerda el hoy reconocido galeno trujillano.
En aquel entonces, el examen de Medicina comprendía un conjunto de pruebas relacionadas con las distintas especialidades de la carrera. Walter sabía que su formación escolar no había sido la mejor. De ahí que tuvo que esforzarse mucho para reforzar sus conocimientos en distintas áreas como: Anatomía, Biología, Botánica y Zoología.
El doctor Zegarra recuerda que el día de la evaluación, una pregunta consistió en dibujar el hueso temporal y el aparato respiratorio. Este artista por afición, lo hizo y bien. Obtuvo el máximo calificativo. Al día siguiente, un vecino le comunicó que su nombre apareció en la lista de ingresantes a Medicina que publicó La Industria.
“Mis hermanos se emocionaron; uno, me regaló un reloj y los otros dijeron que me apoyarían. Este momento fue importante para mi vida. Sentía que mi sueño de ser médico para ayudar a los niños empezaba. Nadie me detendría”. De esa manera, el niño de Agallpampa empezó así la realización de uno de sus más grandes sueños; no fue fácil. Tuvo que trabajar los fines de semana para financiar la carrera.
Animó a sus hermanos y montaron en sociedad vidriería Perú, negocio que funcionó entre el Jr. Marañón y la Av. Perú. La necesidad lo convirtió en experto en el arte de cortar vidrios y soldar estructuras de aluminio para ventanas y espejos. Mientras esto ocurría, el amor por la Medicina aumentaba.
LAS DECISIONES
En el último año de su carrera recibió en casa la visita de tres médicos neurólogos; eran sus profesores. Sus excelentes calificaciones en el curso de neuroanatomía le abrieron las puertas para que ingrese a la docencia en la Facultad de Medicina que lo formó.
Zegarra acababa de casarse y ya tenía hijos. Rechazó la invitación, pese a la necesidad económica. Mis profesores dijeron: «te puedes desempeñar como profesor de neuroanatomía, porque fuiste un destacado alumno. Además, esta es la oportunidad para que te especialices como neurólogo».
Mi respuesta fue no. Gracias les dije, quiero ser pediatra. Walter renunció al cansancio y se dedicó a estudiar en doble horario para postular a la Residencia de su especialidad en el Hospital Regional Docente de Trujillo.
Un día, al salir de este nosocomio, encontró al doctor Santiago Contreras Moya, cirujano plástico, quien lo invitó a participar de una intervención quirúrgica. Aceptó. Enrumbaron hacia una clínica local. Las propuestas para operar prosiguieron con el transcurrir de los días. La rutina era esta: Zegarra acudía temprano a la clínica, entrevistaba a los pacientes y escribía su historia.
Contreras Moya observaba el desempeño con entusiasmo. Transcurridas dos semanas dialogaron. «Tienes condiciones para ser cirujano plástico»- le dijo. El joven médico respondió que no. «Lo mío es la pediatría, los cirujanos plásticos son peleteros (persona que trabaja con pieles), yo quiero ser científico»- sentenció tajante en aquella oportunidad. Pero cómo es la vida. Nos lleva muchas veces por rumbos insospechados, como si la ruta del destino estuviera en efecto delineada claramente.
Con los años, el doctor Zegarra nos confiesa; «Ha transcurrido mucho tiempo de ese ofrecimiento. ¿Crees que me gusta la cirugía plástica? A mí no me gusta … ¡A mí me apasiona!» Y es gracias a esa pasión que hoy también más de 10 mil niños peruanos pueden sonreír agradecidos por las milagrosas manos del doctor Zegarra.
El mismo confiesa que el gusto por la cirugía lo mantuvo oculto en sus genes. Acaba de cumplir 50 años como médico y afirma que, de su madre, una artesana de oficio, atribuye que heredó el talento de emplear las manos para obtener belleza. Siempre tuvo como meta que esta especialidad sería el nuevo camino a recorrer para ayudar a los más necesitados. Así fue.
EI SUEÑO DE PROLAPAR
En los 90, la cirugía plástica lo llevó hasta México a estudiar una especialidad. Vivió seis meses en tierras aztecas y tuvo la oportunidad de conocer a un reconocido cirujano que días más tarde lo invitó al estado de Tlalpan para operar a niños con fisuras en los labios del hospital general Dr. Manuel Gea González.
En seis días, intervinieron a 36, junto a otros dos cirujanos extranjeros. «Una labor similar podría cumplir en Trujillo»- pensó de inmediato. En el Perú, según estadísticas del Ministerio de Salud (Minsa), cada año nacen 2,500 niños con problemas de labio leporino y paladar hendido, es decir, uno de cada 500 nacidos vivos padece este mal.
Las causas se atribuyen a factores genéticos, nutricionales y ambientales. Lamentablemente, el Gobierno peruano no contempla las malformaciones congénitas como problema prioritario en salud, el sector privado es el llamado a buscar soluciones para estos pacientes. A su retorno de México, Zegarra recibió la invitación para integrarse al Club de Leones.
La oportunidad para operar gratuitamente a niños con problemas de labio leporino y paladar hendido, a través de la institución altruista, había tocado su puerta. No tardó en atender el llamado.
LA APUESTA DE LOS LEONES
En febrero 1995, en Iquitos, durante la segunda reunión del Consejo de Gobernadores Leonísticos, se discutió un acuerdo procedente de Trujillo. Se trataba de la creación del Programa de Labio y Paladar (Prolapar), proyecto que el cirujano trujillano diseñó para operar y atender a niños con labio leporino y paladar hendido. En mayo de ese mismo año, durante la Convención Nacional Leonística, en Ica, los Leones acordaron considerar a Prolapar un proyecto nacional. Desde el 2007, el Programa cuenta con un local propio.
El anhelo de sus fundadores, ahora, es equiparlo con tecnología de punta. A través de Prolapar y de manera personal, Zegarra ha operado a más de 10 mil niños con labio leporino. El cirujano persigue la idea de romper el Récord Mundial Guinness de la mayor cantidad de intervenciones de labio leporino realizadas por una misma persona.
Su equipo de colaboradores inició la recopilación de documentos que acrediten la cifra para presentarlos ante la sede central de la organización Guinness, en Londres, a fin de que sea evaluada y reconocida como un récord. De cumplirse, sería la primera vez que un cirujano peruano registra una cifra en tan importante ranking mundial. Mi niñez estuvo marcada por muchas necesidades. Gracias a eso soy lo que soy.
Ayudar a los niños a recuperar su autoestima, a través de una operación, se lo agradezco a Dios. Resumo esta felicidad en una frase: tu sonrisa es mi mayor anhelo. A diario, en la clínica me encuentro con personas que llegan destrozadas en su autoestima. Buscan que una operación les devuelva las ganas de sonreír, de vivir.
Y cuando uno comprueba que ha conseguido ese propósito, eso no tiene precio. No solo ha devuelto la felicidad a niños con fisuras, jóvenes y adultos. Por su quirófano han desfilado, también, rostros de la pantalla nacional y extranjera, cantantes, reinas de belleza, políticos, reporteros de televisión y millonarios.
La fama de las metamorfosis que logra -a través de rinoplastias, abdominiplastía y mamoplastía- le permite cada mes recibir pacientes de lugares tan distantes como Australia, Oceanía y Europa.
FUNDACIÓN MARGARITA
El 2 de octubre de 1987 funda oficialmente CLÍNICA ZEGARRA, en un moderno local de la urbanización San Andrés, en Trujillo. El sueño que persiguió desde niño lo cumplió. En la actualidad, la marca cuenta con una filial en Lima y agrupa a cuatro empresas vinculadas con la cirugía estética y plástica: Clínica Zegarra Trujillo, Clínica Zegarra Lima, Med Laser y Di corpo.
Hay proyectos para que se instale una sede en el extranjero. La marca ha crecido gracias al trabajo que ahora desarrollo de la mano con mis hijos (Frank, Fernando, Antonio y Gisela). Me siento feliz porque soy un padre y esposo orgulloso.
Con mi esposa he trabajado duro para tener la familia que hoy tenemos. La familia es un núcleo importante, es la vida. Está basada en un principio fundamental de una palabra que es el amor. Amor con divinidad. La familia no es solamente aquellas personas con vínculos sanguíneos, sino también la parte espiritual, es decir, quienes te acompañan.
Y justamente con su familia creó Fundación Margarita, asociación sin fines de lucro, financiada con recursos propios, y que tiene cuatro objetivos altruistas: el primero, ayudar a niños con fisuras en los labios; segundo, apoyar a pacientes con quemaduras, especialmente con secuelas; tercero, a mujeres con senos amputados a consecuencia del cáncer y, cuarto, desarrollar investigaciones para curar enfermedades con células madre.
Le puse Fundación Margarita en honor a mi madre. Ella lo dio todo por mí, por mis hermanos. De ella heredé el talento de transformar autoestimas y regalar sonrisas con el arte. También me enseñó a servir, a trabajar. Mi esposa e hijos se han involucrado bien con la Fundación y esperamos ayudar a muchas personas de escasos recursos.
Este es otro de mis sueños convertidos en realidad. – ¿Se considera un profesional de éxito? Sí. El éxito es la realización de tus metas. Si llegaste a cumplir tus metas, te puedes considerar una persona exitosa. Muchos piensan que tener dinero es ser exitoso y no es así. El éxito son los principios, tu persona, cómo estás estructurado, quiénes son tus amigos, dónde andas, con quién andas. Si eres una persona que tienes éxito, pues debes mantenerlo.
El éxito está basado en principios, pero principios sólidos. – Si ya es exitoso, ¿tiene algo pendiente por emprender? Quiero reestructurar bien la última fase de mi vida. Estoy analizando a qué dedicarme y dónde vivir; ya me toca vivir. Mientras tanto, por ahora, quiero estar cerca de mi familia, somos muy unidos.
SU RECETA DEL ÉXITO SONADOR.
Sé un soñador. Proponte en ser algo y en hacer algo. Tienes que programarte para cumplir con tus sueños. No necesitas tener dinero para soñar. El dinero es importante, pero no indispensable. Un soñador tiene voluntad de querer hacer las cosas y lograrlas. Es cuestión de energía positiva.
NO BOTES LAS PIEDRAS.
Las piedras que encuentres en el camino no las botes; júntalas. Con ellas construye: piedra sobre piedra y gana altura.
No hay nada fácil en la vida, hay muchas dificultades. La vida es dura, pero tienes que soportarla y seguir para adelante. Las piedras son pruebas que debes sumar.
SÉ INGENIOSO.
El ingenio lo tienes que desarrollar, sobre todo, en momentos de necesidad. Tienes que aplicar el ingenio en todas las facetas de tu vida: familia, trabajo, sueños. Sin ingenio no consigues lo que te propones. Muchos creen que se nace ingenioso; creo que el ingenio se hace.
VENCE EL MIEDO.
Todo en la vida tiene sacrificio. Seguramente se presentarán miedos, pero no temas, vence. Cuando te demuestres que eres capaz de vencer el miedo, llegarás lejos. De eso se trata, de vencer, de ganar, de ser diferente.
EL PODER DE LA MENTE.
Todo está en la mente del ser humano, todo se puede. Es mentira que algo no se puede. Tu mente puede remover la roca que sella la caverna de tus talentos, de tus propósitos, de tus sueños.