Por Antero Flores-Araoz
De un tiempo a esta parte, nos hemos acostumbrado a las malas noticias, como son la conmoción social, la confrontación entre peruanos, los actos de violencia, la toma de carreteras, la perturbación del orden público, la destrucción de propiedad pública y privada, los enfrentamientos contra la Policía y las Fuerzas Armadas, los fallecidos y heridos como consecuencia de tal beligerancia, el avance del terrorismo, narcotráfico y delincuencia organizada, la corrupción casi generalizada, el estancamiento económico, el incremento del desempleo, pésimos gobiernos y muchas otras situaciones.
Podríamos llenar esta columna de opinión con infinidad de noticias terroríficas, pero nos detendremos en una, que diríamos que más que mala es pésima y ella es haberse corroborado hechos de corrupción en la Policía Nacional del Perú, resaltando que altos oficiales hayan pagado grotescos y significativos cupos para sus ascensos.
El tema es gravísimo pues para afrontar el pago de cupos para ascensos, el dinero debía de tenerlo los oficiales comprometidos y, como no se trataba de una bicoca, el dinero más que probablemente se originaba en otros actos de corrupción. Estamos en cadena delictiva.
La corrupción a la que nos referimos es un camino de doble vía, por un lado quienes transitan en ella que, siendo autoridades que conceden los ascensos, para ello piden o reciben “coimas”. En la otra dirección están los que ofrecen o pagan dinero, bienes y servicios, para conseguir los ascensos indebidamente.
La situación expuesta no solamente afecta la moral pública en general, sino que además puede elevar a cargos policiales importantes a quienes no tienen el perfil, condiciones ni requisitos técnicos ni éticos para ello. En adición, los ascensos en cuestión son también postergación del personal que, si reúne méritos para el ascenso, desmotivando y desalentando ésa situación su actuar en el mantenimiento del orden público y, de ser el caso, en su recuperación.
El tema descrito es muy doloroso, pero debe servir para limpiar la institución policial de los malos elementos, quienes de acreditarse su responsabilidad, no solo deben ser sancionados y retirados de ésa institución, sino que ello permitirá que la misma sea conducida y conformada por quienes tienen las características para tan elevadas responsabilidades.
Los que incurrieron en las acciones delincuenciales son algunos policías, pero ello no tiene por qué afectar a quienes con pulcritud, decencia, impecable formación y comportamiento ético permanecen en la Policía Nacional del Perú o han pertenecido a ella, incluso a las tres fuerzas que se fusionaron como eran la Guardia Civil, la Policía de Investigaciones y la Guardia Republicana.
Los policías honestos no tienen porque, cargar con culpas ajenas, por lo cual al criticar las acciones desdorosas a las que nos hemos referido, se debe hacer sin dañar a la Policía Nacional del Perú, tan necesaria en nuestro Perú en que se debe recuperar el principio de autoridad y la paz social.
Pero hay que ir a más y nos gustaría que el antiguo lema “EL HONOR ES SU DIVISA” recobre vigencia y sea realidad.