Se desarmó como un castillo de arena a la orilla del mar, como muchas veces se borran alegres sueños y despertamos en medio de una realidad que semeja pesadilla, así, en un abrir y cerrar de ojos acabó la revolución que durante año y medio cocinaron los comunistas desde el gobierno.
Todo ocurrió con tanta rapidez que ahora le gastan bromas por haber conseguido romper el record Guiness de la brevedad de un golpe de Estado, menos de tres horas.
La idea fue refugiarse en México y desde allá alentar a una rebelión sin fin, hasta que el caos del vandalismo nos empujaría a una salida con asamblea constituyente. Pero no fue así.
La captura del delincuente en el centro de Lima, cuando se dirigía a la embajada, acabó con el intento de convertir al Perú en otra Cuba o Venezuela.
Los ronderos a quienes decía representar desmintieron su participación en el atentado contra la democracia. Algunos despistados bloquearon carreteras que pronto devolvieron al tránsito. La política no es lo suyo, con la justicia comunal tienen suficiente.
Otros aprovecharon para reclamar el cumplimiento de promesas electorales como la titulación en el Barrio Chino, en Ica o licencias de minería en Arequipa.
Trajeron nativos ashaninkas con el cuento del de un desfile que nunca ocurrió y se siguen preguntando qué es lo que hacen en San Juan de Lurigancho.
Los cumpas bajaron a Huamanga y alentaron a los universitarios a tomar el aeropuerto para que el gobierno se acuerde que el comedor sigue funcionando a medias y los laboratorios no tienen computadoras.
En Puno siguen sin entender cómo en Bolivia, al otro lado del lago, el gas y la gasolina son mil veces más baratos que en el Perú.
En Ilo reclaman la construcción de un Hospital y el Instituto Tecnológico que corren la misma suerte que el cuento de Vizcarra con la irrigación de las pampas.
En Tacna rechazaron a los revoltosos debido a que vísperas de Navidad es la peor época para cerrar las galerías comerciales.
La revolución del lapicito es como un globo de papel de esos que sueltan con una vela en medio de la procesión y se lo lleva el viento hasta que se apaga y desaparece en medio de la noche.