A diferencia de lo que ocurre en el fútbol donde siempre hay un ganador y un perdedor, en política hay circunstancias como las que vivimos estos días en el Perú donde todos perdemos y no hay ningún ganador.
El corto tiempo que estuvo Pedro Castillo en el poder lo dedicó a preparar la asonada que comenzó hace una semana y está acabando con la pena de más de 20 muertos, cientos de heridos y graves pérdidas económicas en los sectores público y privado.
Como en el cuento de la caperucita se disfrazó con un sombrero de campesino norteño, cambió el fusil por un lapicito y viajó por el país predicando odio y discordia entre blancos y cholos, ricos y pobres, limeños y provincianos, culpando de su incompetencia al poder legislativo y al periodismo.
Buscó crear las condiciones, como en Chile, para convocar a una asamblea constituyente que nos convierta en corto tiempo en una nueva versión del chavismo venezolano, del socialismo del siglo XXI.
Su golpe de Estado fracasó porque los militares están cansados de ser usados para atropellar la democracia y cargar con culpas ajenas. Se aseguraron de contar con la aprobación del gobierno antes de apretar el gatillo que puso fin a las revueltas.
En una primera etapa recuperaron el control de aeropuertos tomados por la subversión y ahora se dedican a destrabar carreteras bloqueadas en algunas regiones del sur.
Por su parte la policía comenzó a capturar a los responsables de los atentados terroristas cometidos en Lima y están cayendo asesinos que durante años se escondieron de la justicia, desde la década de los 80.
Terroristas liberados desde Paniagua y Toledo son los principales promotores de la violencia con la que buscan doblegar la voluntad de la mayoría de peruanos que queremos vivir en paz, libertad y en democracia.
Es oportuno revisar nuestra relación con la OEA y los organismos de derechos humanos dedicados a proteger terroristas y alimentar la industria de reparaciones, que afecta no solo el bolsillo nacional.
Más del 80 por ciento de peruanos demanda adelantar las elecciones generales para el 2024 si queremos resultados limpios y transparentes. La desconfianza innegable sobre los organismos electorales exige reformas en el JNE, Onpe y Reniec. Ojalá vuelvan al sistema de copias de actas para los militares.
La izquierda radical demostró una vez más su complicidad con el terrorismo en impúdico chantaje político al condicionar su voto de adelanto de elecciones a la convocatoria a una ilegal asamblea constituyente.