Hace 100 años se descubrió la tumba del más popular de los faraones. El 4 de noviembre de 1922, excavadores de Howard Carter en el Valle de los Reyes -cerca de Luxor, en Egipto- encontró la escalera que desciende hasta una puerta tapiada de un sepulcro que estuvo oculto más de tres mil años.
Amón fue el rey de los dioses, el Zeus de los griegos, el Júpiter de los romanos y Tutankamón el representante de Amón en Egipto y parte de Asia y África. Asumió al trono cuando tenía menos de diez años de edad y gobernó entre 1334 y 1325 antes de Cristo.
La tumba de Tutankamón fue un hallazgo de tal magnitud que los ojos del mundo comenzaron a fijarse en la grandiosidad del antiguo Egipto, que comenzó a mostrar más de cinco mil objetos encontrados junto a los restos del último gran faraón.
Contrariamente a la creencia popular sus restos y los de todos los faraones no fueron hallados en alguna de las pirámides, construidas para propósitos muy distintos a los funerarios y que aún no terminamos de comprender.
Es en el valle de los reyes que encontraron los restos del faraón gracias a la persistencia del arqueólogo británico Howard Carter pero sería recién en 1923 que en presencia de un nutrido grupo de observadores rompieron el sello para ingresar a la tumba y encontrar un tesoro insospechado junto al ataúd de oro macizo. Demoraron más de diez años en clasificarlos.
Se produjeron numerosas hipótesis sobre la muerte de Tutankamón y ha quedado establecido que padecía de una serie de dolencias como una deformidad en el pie izquierdo y osteonecrosis que lo obligaron a ayudarse de bastones para caminar, también escoliosis, caso leve de paladar hendido y secuelas de malaria.