Las razones por las cuales no deben permitir el viaje del presidente Castillo a Roma son numerosas y trataré de resumirlas en esta breve nota.
Su participación en la asamblea de la ONU trajo abajo años de trabajo de la cancillería ahora al servicio de intereses ideológicos capaces de resucitar el conflicto de Las Malvinas, olvidado por los propios argentinos y nos pone en entredicho con ingleses que ayudaron a solucionar dificultades para hacer posible los juegos panamericanos.
Le dio la espalda al reino de Marruecos que ofrecía donar miles de toneladas de fertilizantes cuando más los necesitamos y se las ingenió para levantar una barrera con Israel, todo en uno, en solo un discurso cargado de anacrónica ideología.
Ahora, además de lucir pergaminos como varias investigaciones fiscales por corrupción y plagio de una tesis universitaria, luce amistades con prófugos de la justicia como el ex ministro Juan Silva y su sobrino Fray Vásquez o presidiarios como su cuñada-sobrina Yenyfer Paredes y el alcalde de Anguía José Medina Guerrero.
El riesgo que corre la imagen del país es mucho más grave, conocida su inclinación ideológica, no sería extraño si en Roma, arrodillado ante el Papa, exprese su respaldo a Vladimir Putin, como lo han hecho representantes de Cuba, Venezuela y Nicaragua y termine por relegarnos al grupo de países apestados en el concierto mundial de las naciones.
Por esos antecedentes fue que le negaron el permiso y ahora anuncia presentará una nueva solicitud, confiado en conseguir votos entre el grupo de quienes suelen apoyarlo solapadamente con sus abstenciones. Entonces es probable que le autoricen a viajar y dejarnos una vez más en el más grande ridículo mundial. Ya les conversaron.
Confesa un extraño y exquisito catolicismo romano, lejano a Santa Rosa de Lima y el Señor de los Milagros. Cerró las puertas a una procesión que teme lo abuchee, se desborde en la Plaza de Armas y lo saque a patadas del palacio.
La principal razón por la que no debiera ir es que no nos representa. Apenas poco más del uno por ciento lo apoya en Lima, según recientes elecciones. Algo parecido ocurrió en Cajamarca y Huancayo, bastiones del cerronismo.
Ahora solo representa a una minoría partícipe de esa repartija que está depredando el presupuesto público, con la complicidad de malos periodistas que no ven nada gracias a jugosos negocios bajo la mesa.