Por Antero Flores-Araoz
El humor tiene diversas formas de expresión y una de la más usada y conocida es la caricatura, la que por lo general se publica en medios escritos como diarios y revistas.
Evidentemente el humor es para hacer reir y soy de los que aprecio las caricaturas imaginativas, disfruto de ellas e incluso a veces las comparto y comento con parientes, colegas y amigos.
El fino humor es mejor considerado y al igual que las caricaturas hay geniales imitaciones, que por su excelente caracterización nos alegran el espíritu.
Evidentemente el humor y, más en la actividad política, tiene muchísimos seguidores, que cuando se trata de adecuadas imitaciones, nos llenan de júbilo e incluso hay veces que nos hacen simpatizar con el caricaturizado o imitado.
Sin embargo, hay límites, la sátira que es nada menos que broma, satura heridas como decía en su libro sobre el tema, la gran comunicadora social Fabiola Morales Castillo, docta en la materia, quien agregaba que la sátira tiene también el objetivo adicional de que quien es caracterizado enmiende procederes y actitudes.
Entre los límites a los que nos referimos se encuentra indiscutiblemente las creencias religiosas de cada cual, las que no deberían ser objeto de mofa ni nada que se le parezca. También como límites está el honor de las personas que realmente lo tienen y que no merecen por supuesto burla alguna. Actos de heroicidad no deben tampoco ser caricaturizados, ello por su propia naturaleza.
Consideramos de muy mal gusto hacer caricaturas de personas que han fallecido y que merecen respeto. Ya no están en este mundo en que pueden defenderse y replicar, de ser el caso, por lo que tratarlas con irrespeto es una pésima práctica que hay que desterrar. Desde niños nos decían, cuando había alguna expresión carente de respeto a un muerto: ”…se levantará y te jalará las patas…” Quisiera que fuese cierto.
Como vemos las acciones y omisiones humanas pueden llevarse a la broma, cuando no atentan contra valores básicos que son inmutables y eso deben de tenerlo muy en cuenta los autores del género humorístico.
Recordamos con agrado y complacencia caricaturas como las del gran dibujante y crítico arequipeño Julio Málaga Grenet, que las publicaba en la revista “Cultura Peruana”, de elevada relevancia en su tiempo y que mostró entre otros con humor, al americanista Paul Rivet, así como también a Víctor Andrés Belaunde, a don José de la Riva Agüero y a don Jorge Basadre Grohmann.
No podemos olvidar a Leónidas Yeroví, como tampoco a Alfredo Marcos, quienes siempre nos deleitaron con su sana fantasía al igual que al gran Luis Felipe Ángell (Sofocleto) o al excelente imitador y artista Carlos Álvarez. Evidentemente podríamos citar a otros con tan peculiares exquisiteces, pero lo impide la falta de espacio. Hay algunos otros, que así tuviéramos espacio no los nombraríamos por su reprobable conducta y falta de tino.