Por Antero Flores-Araoz
Ir al centro de Lima se ha convertido en un calvario y, ello a causa de estar emprendida la Municipalidad Metropolitana, en la peatonalización del Damero de Pizarro, para lo cual levanta las pistas para de los vehículos motorizados, para sustituirlas con empedrado o adoquinado que sirva a los peatones.
¿Suena a buen propósito? ¡Sin duda alguna!, aunque sería mejor recordar el antiquísimo aforismo: “El infierno está empedrado de buenas intenciones”.
Si lo que se ha querido es facilitar la visita de los peatones y embellecer la ciudad, no se logra ni lo uno ni lo otro y ello por una simple razón, el ornato es en adición de lo funcional no en su sustitución.
Nadie en su sano juicio se va a poner colonia o perfume, si es que no está debidamente aseado y vestido, dado que el buen olor es añadido, esto es además del agua y jabón, pero no en vez de ellos.
No cabe duda que el ornato de la ciudad es importante, pero más lógico es que la ciudad funcione y lamentablemente con las obras de adoquinado de las pistas, no se está aprovechando para el cambio de tuberías de agua y desagüe ya obsoletas, como tampoco para canalizar en el subsuelo los cables de los postes de luz eléctrica, sea ella pública o privada, y los de la telefonía fija. Mirar en el centro de Lima hacia arriba es ver cables por doquier, una gran maraña de ellos, en que ni siquiera se retiran los que ya no tienen razón de ser.
Es conocido que gran parte de las protestas que se realizan en nuestra capital, se localizan principalmente en las plazas San Martin y Dos de Mayo, en que muchas veces nacen como pacíficas, pero se tornan violentas, pues infiltrados que nunca faltan agreden a la Policía principalmente con piedras, las que pueden ser más mortíferas que algunos proyectiles. Increíblemente, aunque sin quererlo, es el municipio capitalino quien provee de las piedras a los manifestantes y ellas son los adoquines que retiran de las pistas. El municipio de Lima convertido en armería gratuita de los antisociales y delincuentes.
Penosamente, para el supuesto embellecimiento capitalino, no se ha tenido en cuenta que miles de personas habitan el Damero de Pizarro y requieren de movilidad pública para llegar sus domicilios. Tampoco se ha tenido en cuenta que hay infinidad de oficinas públicas a donde deben concurrir tanto trabajadores como los ciudadanos a hacer sus trámites, y que debido a la peatonalización tendrán que ir a pie muchísimas cuadras, pues los vehículos no pueden transitar.
Más de un año ha habido comercios, restaurantes y alojamientos cerrados por la pandemia y, hoy que podrían recuperarse, simplemente dejaron de tener público, puesto que no tiene como llegar. Si alguien quiere casarse en las iglesias de San Pedro, Santo Domingo o La Merced, salvo que la novia se vista en la Sacristía, tendría que llegar en helicóptero. ¡De locura!