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sábado, noviembre 23, 2024

LA COSECHA DE TOMATES

Sembré un pequeño tomate, cherry o tomate uva o cereza, en una maceta que encontré desocupada, con la idea de tener una pequeña planta, pensé, distinta a las macetas con flores que abundan a mi alrededor.

Resulta una experiencia cuando menos curiosa debido a que creció apurada, desesperada por mostrar rápido sus resultados con ramas que crecen desordenadas y a las que hubo que atar a un palo que las sostenga y puedan mostrar sus primeras pequeñas flores y frutos de un rojo intenso que brota en alegres racimos.

La primera cosecha, hace pocos meses, me alegró debido a que ese primer pequeño tomate se convirtió en una veintena que pasó a formar parte de una generosa ensalada.

Viajé hace poco a Tacna donde estuve poco menos de una semana y cuando regresé la planta de tomate me esperaba nuevamente con varios racimos de su fruto verde, que en pocos días se tiñe de ese rojo intenso que reclama lo retiren pronto antes de ser devorado por aves que nos visitan para compartir la comida de la gata.

No sé cuántas veces se repetirá el mismo ciclo que sospecho se retroalimenta con algún tomate que cae prematuro como el primero que sembré y se encarga de echar raíces hasta convertirse en una nueva planta igualmente apurada en crecer.

El descubrimiento del tomate se remonta a la llegada de los españoles a México, a mediados de 1500 y el nombre con el que lo conocían era náhuati que significa algo así como ombligo gordo de agua.

Mis ombligos domésticos, lo único que reclaman es un poco de agua para llegar a ser esos frutos coloridos que hoy alegran nuestras ensaladas.

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