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sábado, noviembre 23, 2024

47 AÑOS DEL TACNAZO

«Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo»

DIBUJOS DE LUIS SAYÁN

La frase es de Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, más conocido como George Santayana, Madrid, 16 de diciembre de 1863-Roma, 26 de septiembre de 1952), filósofo, ensayista, poeta y novelista español y la traigo a propósito de lo poco que se habla, se dice y comenta del golpe de Estado casi olvidado conocido como “el Tacnazo de Morales Bermúdez”, cuando la noche del 29 de agosto de 1975 el pueblo de Tacna salió al Centro Cívico para aplaudir el derrocamiento de Velasco Alvarado.

El día anterior esa misma gente había desfilado con carteles que el Sinamos les ayudó a confeccionar, con esa frase clásica que gritaban a todo pulmón: “Chino, contigo hasta la muerte”.

Al día siguiente, la misma gente acudió a la plaza con los mismos carteles a los que habían borrado la palabra Chino y cambiaron por “Pancho, contigo hasta la muerte”.

Fredy Gambetta era un muchachito inquieto, un intelectual que no se dejó arrastrar por otra pasión que no fuera por Tacna y la poesía y puede dar fe de lo que sucedió aquel día, aquella noche, en aquel golpe.

Y aunque Morales Bermúdez prometía que la revolución que Salazar Larraín bautizó como experimento del socialismo castrense entraba a una Segunda Fase, lo cierto es que fue el comienzo del fin de una pesadilla que condenó a la pobreza a varias generaciones de peruanos.

Morales Bermúdez murió recientemente, el 14 de julio de este año, a los 101 años de edad y recuerdo como si fuera ayer que la mañana del 30 de agosto fui el último en conversar con él, al pie del avión Jet Lear que lo regresó a la capital.

Dile a tus paisanos (los tacneños) que la revolución sigue siendo la misma, que la vamos a profundizar, insistió en una mentira a la que tuvo que recurrir para asegurarse el respaldo de militares que seguían entusiasmados en esa vorágine de estatizaciones que les daba la oportunidad de su vida de convertirse en gerentes, casi dueños de todas las empresas privadas que se les ocurrió estatizar.

Justamente la estatización de las empresas fue una de las principales razones que llevaron al país a la quiebra. Cada una de ellas fue un nido de burócratas parásitos que se dedicaron a chupar la sangre del presupuesto público.

Para atender esa gigantesca planilla dorada recurrieron a la maquinita y años después padecimos la más terrible hiperinflación que la ceguera de Belaunde no supo frenar y la impericia de un joven García solamente ayudó a complicar hasta que le estalló en la cara.

Morales Bermúdez alcanzó a desmontar algo de ese proyecto socialista que destruyó la agricultura nacional, con una reforma agraria que nos convirtió en importadores de aquello que antes exportábamos.

Pero fue la Constitución de 1979 la que sentó las bases para corregir el descalabro que significaron ocho años de velascato. Más adelante, la del 93 aún vigente, nos reinsertó en el concierto de la economía mundial y devolvió la confianza en los inversionistas que se animaron por hacer caminar varios proyectos mineros que hasta hoy constituyen la columna vertebral de nuestra economía.

Pero como somos una nación con memoria selectiva nos olvidamos de la esencia de nuestros principios económicos, sustentados en nuestras reales posibilidades como país y ahora andamos empeñados en repetir una historia que nos empuja a caminar por la ruta del socialismo del siglo XXI.

Quieren cambiar otra vez la constitución para regresar por la ruta del desastre con la proliferación de empresas estatales plagadas de parásitos fiscales mamando la sangre de nuestros impuestos.

No leen los diarios ni ven los noticieros de televisión, no se han enterado que el muro de Berlín se derrumbó el siglo pasado por gente cansada de las mentiras del comunismo.

No quieren creer que el socialismo fracasó en el mundo entero, que Cuba y Venezuela dan pena, que allí no hay libertad de prensa ni derechos humanos, que la gente sobrevive para mantener a una casta gobernante que abusa del poder. Allí no hay democracia, no hay oposición, no hay un congreso, ni una fiscalía que les diga que están robando. Cuánta razón tuvo Santayana y lamentablemente aquí ni lo conocemos.

 

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