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sábado, noviembre 23, 2024

SON TERRORISTAS

Cerca de 400 habitantes de comunidades vecinas a Cuajone, en Moquegua, dejaron sin agua a 5 mil personas entre trabajadores y familiares que viven en ese centro minero.

Este abuso duró más de 50 días y nada hicieron las autoridades por capturar a los culpables de este acto de terrorismo que destruyó parte del reservorio artificial de Viña Blanca.

Las pérdidas económicas para la empresa, la región Moquegua y el país son millonarias y esa gente azuzada por terroristas atentó contra la vida de miles de personas y la producción minera sin que les pase nada.

Ahora acaban de atentar contra la red que provee de energía eléctrica a Cuajone y Toquepala, con lo que igualmente atentan contra la salud esta vez de diez mil personas y la producción en dos de las más grandes minas de cobre del país.

Y tampoco ha pasado nada, no hay detenidos, no hay culpables y nuevamente hay que decir las cosas por su nombre, son actos terroristas y quienes los cometen son terroristas, como los que atentaban contra las torres de energía eléctrica en los años 70, como Sendero Luminoso.

Cuando tomaron el reservorio dije, desde el primer día, son terroristas y hubo quienes me dijeron que estaba exagerando. Hoy me ratifico y vuelvo a decir que en ambos casos se trata de actos de terrorismo y como tal deben ser tratados.

No son hechos aislados. La noche del último 31 de mayo hubo un incendio en el campamento minero Los Chancas, de la misma empresa Southern Peru Copper Corporation. Destruyeron ambientes y vehículos y los trabajadores tuvieron que huir junto con un pequeño grupo de policías que debían protegerlos.

Se trata de un proyecto minero que requiere de una inversión de 2 mil 600 millones de dólares. Lo mismo ocurrió antes con otra mina en Ayacucho y con Las Bambas también en Apurímac.

Se trata del antiestractivismo, corriente ideológica fermentada desde el Foro de Sao Paulo que los terroristas usan de pretexto para cometer los atentados que un régimen cómplice tolera y hasta promueve.

El espíritu de confrontación es lo que necesita el gobierno para impulsar una asamblea constituyente que no sería elegida democráticamente, sino por cuotas de poder cedidos temporalmente a instituciones de fachada que ellos mismos inventan y escogen.

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