Escogieron el domingo por la noche para juramentar a cuatro nuevos ministros y bajar así el volumen a las denuncias que semanalmente aparecen en los programas dominicales de la televisión y que ponen en evidencia el alto nivel de corrupción al que ha llegado el gobierno en corto tiempo.
El cambio del ministro del Interior responde a la imprudente amenaza que lanzó contra los comuneros que han paralizado Las Bambas. El uso de la violencia contra campesinos es algo que nadie debe permitir, por muy errados puedan ser los motivos que impulsen sus actos en esos fríos parajes de nuestra serranía.
Dimitri Senmache Artola es el quinto ministro del interior en el primer año de gobierno del presidente Pedro Castillo y afronta el reto de combatir la creciente ola de delincuencia con pocos policías.
En el ministerio de Energía y Minas regresa Alessandra Herrera con el expreso encargo de solucionar un conflicto que se les fue de las manos a todos. El Perú no puede darse el lujo de permitir que se prolongue la paralización de Las Bambas. El gobierno está perdiendo mucho dinero.
Alessandra tendrá que sentarse a conversar con los dirigentes de las comunidades y llegar a un pronto acuerdo que garantice la continuidad de las operaciones. Está en juego el futuro de la minería en el Perú.
En el ministerio de desarrollo Agrario y Riego se va el profesor acusado de estar comprometido en dos asesinatos debido a que muy pronto, por culpa de la urea, se desinfló el cuento de la segunda reforma agraria.
Fernando Arce Alvarado, el nuevo ministro, deberá mover todas sus fichas para desterrar la idea de una inminente hambruna como consecuencia de una menor producción motivada por la escasez mundial de fertilizantes.
Mauro Barranzuela Quiroga fue sacado de su cómodo sillón de gerente del gobierno regional de Tumbes para intentar algo casi imposible en el ministerio de Transportes y Comunicaciones, como es devolver credibilidad al manejo de las concesiones de obras festinadas por los sobrinísimos y la mafia china.
Cuatro cambios que desinflan la olla de presión del congreso de la república que deberá buscar nuevos clientes apara su oxidada guillotina.