El presidente Pedro Castillo y sus ministros están en campaña electoral, viajan esta vez con dinero del Estado por todo el país con el cuento del gabinete descentralizado y a donde van prometen las obras que esa región está esperando desde hace muchos años, la escuela, el hospital y la carretera.
- Vamos a construir el mejor de los puentes en esta ciudad, anuncia el candidato.
- Pero señor presidente, le dice alguien al oído, aquí no tenemos rio.
- También les construiremos el mejor rio, promete alegremente.
Los comuneros vecinos de Cuajone contaminan el reservorio que abastece la mina y a sus 5 mil habitantes y no hay ni un detenido. Dos meses sin producir ni un gramo de cobre, las pérdidas son millonarias y no existen culpables.
Numerosos heridos en el enfrentamiento entre comuneros y policías que intentan desalojarlos del centro minero de Las Bambas y el presidente va con sus ministros a otra región a prometer el oro y el moro, como si fueran otros los que gobiernan.
Castillo y su gente está confundido, cree que está en campaña electoral o anticipa otra campaña, madrugando a candidatos regionales y municipales para las elecciones de octubre. Grita que quieren una asamblea constituyente.
Se vencen las vacunas por culpa de la ambición, incompetencia y desidia que destruyen una tarea que iba bien. Ahora la gente tiene temor de ir a vacunarse. Mucho daño causó el agua arracimada.
El Jurado Nacional de Elecciones, haciendo alarde de su sospechoso proceder, destituye al alcalde de Lima y Salas Arenas todavía no se da cuenta que una funcionaria de Reniec fue candidata a la vicepresidencia.
La desconfianza con las vacunas alimenta la que ya existía con el sistema electoral y mejor harían si remueven a los responsables del JNE, Onpe y Reniec, antes que sea demasiado tarde. Con razón existe recelo sobre las elecciones de octubre. El fraude ya está caminando, dice la gente.
Los fuegos artificiales ocultan las denuncias que por corrupción se leen todos los días en los diarios y exhiben algunos canales de televisión. Allí donde se aplica el dedo brota pus y vuelve la sentencia anarquista: “ Niños, sed hombres, madrugad a la vida, porque ninguna generación recibió herencia más triste, porque ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir, errores más graves que remediar ni venganzas más justas que satisfacer”
El discurso del Politeama se repite como una maldición que nos persigue en una historia incansable que regresa con el tiempo.