Mientras exista un gran sector de peruanos que siga creyendo como válido lo que predicó Carlos Marx en el siglo XIX, Lenin en los primeros años del siglo XX, Fidel Castro a mediados del siglo XX, Juan Velasco en los años 70 y Abimael Guzmán en los 80, nuestro país estará condenado a caer en el socialismo del siglo XXI que impuso el Castro-Chavismo-Madurismo en Venezuela.
Son legiones de educadores, unos más radicales que otros, que predican el estatismo, la lucha de clases y el fin de la economía social de mercado como algo que obliga cambiar la constitución para imponer un régimen comunista, como en Cuba, como en Venezuela.
Se infiltraron en el Estado desde Velasco y lo continuaron con sucesivos gobiernos, la mayoría de tendencia izquierdista que les permitió dominar la administración pública, que actúa como enemiga de los empresarios, como si hacer empresa fuese un delito.
La infiltración del Estado se agudizó desde el presente siglo, primero con una horda de caviares reforzada luego con una caterva de radicales entre los que hay numerosos ex convictos acusados de delitos de terrorismo, amnistiados, indultados.
Se apoderaron de los organismos electorales, Reniec, Onpe y Jne y con eso aseguran resultados que siempre les serán favorables, en tanto no exista una reforma que audite los programas informáticos y normas diseñadas para burlar la voluntad popular.
Ministerios, municipios y organismos públicos descentralizados son parte del manjar presupuestal que los gratifica con consultorías y asesorías a quienes se cansaron de la planilla oficial.
Marcharon cuando se vieron amenazados con la designación de Merino y chillaron hasta canjearlo por Sagasti. Ahora vuelven a protestar esta vez contra un gobierno corrupto, pero prefieren a Dina, que es de la cofradía, que a Maricarmen más afín a Merino.
Castillo los endulza con algunas planillas que no llegan a satisfacer la voracidad de quienes ven en los castristas que lidera el sentenciado por corrupción Vladimir Cerrón, como el peligro mayor a sus eventuales destinos. A la derecha la torean y toleran, pero no pueden con la mafia huanca que no transa con nadie que no sea de misma tribu, del mismo partido, de la misma panaca.
Colaboradores con la justicia delatan dónde nace la red de corrupción que dirige a su antojo la concesión de obras públicas.
Los rojos, los senderistas, están en todas partes, hasta en la sopa, menos donde debieran estar que es en la cárcel.