El dicho “es pan comido”, como lo usamos y entendemos en este tiempo, se refiere a la facilidad con la que podremos resolver alguna situación, afrontar algo que viene más adelante. Algo fácil, que no significa mayor dificultad, “papayita”.
Los muchachos en el colegio van a tener un examen de religión y apenas si se preocupan, dicen “es pan comido”, es fácil, lo aprobaremos de todos modos.
Nuestro equipo favorito de fútbol debe jugar esta semana contra un rival que nunca representó peligro, siempre le ganamos “es pan comido”.
Pero la interpretación que le daban en el siglo XVII a “pan comido” era muy diferente, se refería a las personas ingratas, aquellas que reciben un favor y después se olvidan de quienes las ayudaron. O cuando se establece un trato y la otra persona no cumple con la parte que le correspondía, es un “pan comido”.
Y el origen se remonta a un dicho del cual estamos usando solamente una parte, “pan comido, amistad deshecha”.
La frase aparece en El Quijote cuando Sancho le dice al caballero de la triste figura “No se dirá por mí, señor mío, el pan comido y la amistad deshecha; sí, que no vengo yo de alguna alcurnia desagradecida, que ya sabe todo el mundo, y especialmente mi pueblo, quién fueron los Panzas, de quien yo desciendo”.
“Pan comido” resultan los que en el gobierno de García eran incondicionales del Apra y hoy sus enemigos; los que en el gobierno de Cambio 90 o de Nueva Mayoría eran seguidores de Fujimori y hoy salen a las calles a protestar contra el indulto, los que se decían nacionalistas y ahora le dan la espalda a Ollanta Humala, los que aplaudían a Vizcarra y después a Sagasti. Los que juraron de rodillas ante Castillo y después lo apuñalan. Los pan comido abundan en el mundo de la política criolla.
Y mejor le pongo fin a la nota antes que se me aparezca un pan comido.