La prensa, los periodistas, estamos acostumbrados a escuchar de todo, en todas partes, las quejas de las víctimas de un asalto y los alegatos de inocencia de los pillos capturados.
Escuchamos los reclamos generalmente con fundamento de trabajadores que piden mejoras salariales y de funcionarios de la empresa tratando de calmar los ánimos.
Oímos a políticos que se enfrentan públicamente con frases rebuscadas de las profundidades del mar de los agravios.
Como intermediarios de diálogos muchas veces violentos debemos procurar no tomar partido y conservar la debida distancia, como en la profilaxis sanitaria.
Sucede que a veces nos salpica algo de las palabras necias que escuchamos, nunca al extremo de convertirnos en destino de las iras furibundas desatadas por preguntas que resultan incómodas, pero que igualmente merecen respuestas.
Lo dicho por el presidente Castillo a un reportero que le pregunto por las distintas versiones que dio sobre su relación con Karelim López, cae en esta categoría, la de las palabras necias.
“Esta prensa es un chiste -dijo enojado -no me voy a comprar ese pleito porque yo tengo que atender las urgencias del país, la educación de los peruanos”.
No hay que hacerles caso a los bochinches, ya que nos pueden causar malestar. No hay que prestarles atención a los insultos. A palabras necias, oídos sordos.