Los primeros migrantes que llegaron a Trujillo, mucho después que los españoles, al comenzar el siglo XX, encontraron restos de una civilización que se extinguía ahogada por la ambición de los últimos colonos enfrascados en una rapiña que tenía que terminar, había que poner fin a la depredación de una cultura que los sorprendió por la magnitud de sus construcciones y la belleza sus distintas manifestaciones artesanales y artísticas.
En los ceramios había joyas de oro y plata, tejidos policromados escondidos en construcciones faraónicas, ciudades de barro con caminos y sistemas de riego, templos y altares de adoración.
Trujillo recibió migrantes de todo el mundo, numerosos atados a cadenas y convertidos en esclavos traídos a la fuerza de lugares remotos. Otros vinieron por su propia voluntad, soñando con el país de las colinas de oro que contaba Fernando de Trazegnies y quienes escapaban de guerras intestinas, Alemania, Italia y también de España.
Todos llegaban con la idea de amasar fortuna y hubo quienes la alcanzaron trabajando la tierra, sembrando la caña, procesando el azúcar o rascando los cerros para rescatar el oro escondido en sus entrañas.
Los caballitos de Totora de Huanchaco son la manifestación más evidente de la inteligencia del habitante primitivo, que supo encontrar respuesta práctica a un reto que ofrecía la naturaleza. La pesca fue y sigue siendo una actividad clave para la alimentación popular. Se le atribuye ser el lugar exacto del nacimiento del ceviche, con yuyo o cochayuyo, en una historia que se remonta a las culturas Moche y Chimú.
Las figuras que adornan las paredes de los principales templos de la ciudadela de Chan Chan, ubicada muy cerca al balneario, son peces, pelicanos y olas del mar de Huanchaco, un lugar con historia por ese magnetismo mágico que obliga al visitante a retornar siempre, para disfrutar del encanto del paisaje, la belleza de su entorno, la bondad de sus gentes, el sabor de sus potajes y el color de las maravillosas puestas de sol que secuestra corazones con el embrujo seductor de la música norteña.