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sábado, noviembre 23, 2024

MI ÚLTIMO HUACO

Dos años caminé cuatro veces al día las cuatro calles entre el Hotel San Martín y las oficinas del diario La Industria de Trujillo: comencé a conocer de memoria cada una de las grietas de las pistas de los jirones San Martín, Junín, Independencia y Gamarra hasta que una mañana muy temprano me sorprendí al cruzarme con el mismo alcalde José Murgia, inteligente, dirigiendo una brigada de obreros encargados de reasfaltar el centro histórico, comenzando por esas calles precisamente.

Cuatro veces en dos años interrumpió mi camino al Hotel un personaje de esos que el destino coloca a propósito en nuestro camino para ver si nos damos cuenta que es el mismo, pese a la distancia, el tiempo y las ciudades.

Robusto, moreno cobrizo, con ese color intenso que sin llegar a negro muestra el brillo de una raza acostumbrada a trabajar bajo el sol, se me acercó la primera vez con una bolsa negra, que repitió en los otros encuentros y pensé ocultaba el revolver que me haría pagar por fin alguna de todas mis culpas.

Me pareció que era el mismo personaje que me acompañó a rescatar unos pequeños antiguos lienzos de una capilla abandonada en las alturas de Miculla, en la antigua Tacna y el mismo también con el que subí a duras penas los cerros en esas islas olvidadas en medio del Lago Titicaca.

Siempre me dijo algo parecido, que no quería nada a cambio, que recibiera este obsequio que con humildad me ofrecía y que no sabía si nos volveríamos a ver. Han pasado más de 20 años de aquella última vez y me dispongo a pasar una breve temporada en Trujillo con la esperanza, entre otras, de reencontrarme con el amigo de los huacos, supongo dedicado ahora a otros menesteres.

Mantuve conmigo cada uno de los huacos durante un breve tiempo,  y luego los obsequié con el deseo que quien lo recibía hiciera lo mismo y así corriera la bola. Son cosas que hay que recibir con cariño, admirar, exhibir y también compartir, no son de nadie, son nuestra historia, es nuestro pasado y merecen el mayor de los respetos y consideración.

Te conversan y cuentan asuntos de la historia, pero debes desprenderte de ellos, debes hacerles caso, quieren conocer otras familias, no te olvides, son cosas que vienen del mundo de los muertos.

Este mi último huaco, que debí obsequiar hace mucho tiempo, mide apenas unos 15 cm de altura, es oscuro y tiene la reproducción de una pequeña cabeza supongo de mono, aparentemente con labio leporino, y el perfil de dos brazos. Sufrió un pequeño accidente en uno de mis viajes de Trujillo a Cajamarca y quedó rezagado debido a la reparación que tuve que hacer, muy sencilla.

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