El gobierno regional de Ayacucho, mediante una ordenanza regional reconoce la existencia de 25 cabeceras de cuenca en un área de 16 mil kilómetros cuadrados y ordena a su dirección de minería identifique todo tipo de actividad minera, sea legal o ilegal y “tome las acciones que por ley le correspondan”.
El término cabecera de cuenca hace referencia a las partes más altas de las cuencas que reciben agua por neblina, lluvia, nieve, granizo y que además tienen el potencial de retener y acumular agua en forma de glaciares, nieve, humedales (bofedales) y agua subterránea.
Desde hace unos años los políticos antimineros usan esta palabra para vetar toda actividad en esos lugares, que coincidentemente son los mismos en los que se presentan los mayores yacimientos mineros del país. Más del 80% de las minas del Perú se encuentra sobre los 3 mil metros de altura. Todas las cuencas tienen su respectiva cabecera.
Los vientos transportan agua en las nubes, como vapor, desde el mar, y en sentido inverso tanta agua como la que se vierte desde los ríos en los mares, es el ciclo natural de evaporación o transpiración y precipitación. No existe en el mundo otra fuente distinta de origen del agua, no nace en las cabeceras, es la evaporación de los mares, es la lluvia que cae.
Al introducir el término cabecera de cuenca y atribuirle funciones distintas a la continuación del ciclo natural que por gravedad le corresponde, están confundiendo conceptos por razones ideológicas.
La construcción de reservorios es la mejor opción que existe para reemplazar la eventual afectación de un área donde hay minería u otra actividad productiva.
Desconocer que la minería es la principal fuente de divisas del país es incurrir en un atentado contra el presupuesto público, de donde sale el dinero para pagar los sueldos de quiénes en lugar de proteger y promover la minería, atentan contra ella por necrofilia ideológica.