Si alguno golpea a una mujer libre y la hace abortar, pagará por su fruto 10 siclos de plata. Si esta mujer muere, se matará a la hija del agresor.
El valor actual de un siclo es aproximadamente diez soles, de modo que la paliza le costaría algo así como 100 soles y resultaría barata. El problema es que la norma se dictó en el siglo XXI antes de Cristo, hace más de 4 mil años y en esa época, conseguir un siclo era muy difícil.
El código de Hammurabi es lo más antiguo que existe sobre leyes de la antigua Mesopotamia (Siria, Líbano, Iraq y Jordania) y se le conoce así por su creador el rey de Babilonia que unifica las leyes que existían en las ciudades de esa región.
Ahí está la raíz de las normas que condenan y castigan duramente la calumnia y la difamación que en determinadas circunstancias podía llegar a la pena de muerte.
- Si un señor acusa a otro señor, presenta contra él la denuncia de homicidio, pero no la puede probar, su acusador será castigado con la muerte.
- Si un señor imputa a otro señor de prácticas de brujería, pero no las puede probar, el acusado de brujería irá al río. Si este señor ha sido purificado por el río saliendo sano y salvo, el que le imputó de maniobras de brujería será castigado con la muerte.
- Si un señor aparece en un proceso para un falso testimonio y no puede probar la palabra que ha dicho, si el proceso es un proceso capital tal señor será castigado con la muerte.
Los tiempos y los códigos han cambiado, pero los delitos que comprenden la calumnia, aunque adquieran nuevos formatos, siguen existiendo en algunas fiscalías y medios de comunicación.
No es mi intención que alguien pretenda llegar al extremo de los castigos contemplados en el más antiguo conjunto de leyes que se conoce, pero tampoco es bueno llegar al otro extremo, de imputar delitos sin pruebas, ni mucho menos encarcelar de manera preliminar o provisional debido a que se le presume culpable. Eso también es calumnia y es difamación.