Mi padre Juan Antonio Ugarteche, resultó sumamente patriota y cuando nací no tuvo mejor idea que ponerme de nombre Ayacucho, en homenaje a la batalla del 9 de diciembre que selló la independencia del Perú y del continente sudamericano.
Por consejo de algunos familiares cambió su idea original y terminó por ponerme de nombre Sucre, por el genio que consiguió la victoria patriota, el gran mariscal Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá.
Y aunque siempre me sentí muy honrado de llevar este nombre no puedo negar que me causó muchos problemas en la vida, comenzando en el colegio cuando algunos compañeros de aula me llamaban así pretendiendo burlarse y para mí siempre fue un halago.
Algunos profesores se confundían y pensaban que ese era mi apellido, igual que a la hora de hacer los certificados de estudio que más de una vez tuvieron que rehacer por el mismo motivo.
Eso se fue repitiendo en los certificados de antecedentes policiales, licencias de conducir y cualquier expediente que debo tramitar y que los oficinistas organizan a partir de los apellidos.
- No está su documento señor
- Busque por favor en Sucre
- Sí aquí está, disculpe.
Eso lo aprendí con el tiempo debido a que al comienzo no se me ocurría que podían confundirse así tan fácilmente y la absurda demora podía ser de varios días y de varias de veces ir a reclamar el mismo documento.
Otras veces el problema surgía a partir de llenar algún formulario y el espacio reservado para los nombres era insuficiente para escribir los tres que me pusieron.
Estoy por ir a colocarme la tercera dosis de la vacuna y no me extrañaría que por ahí alguien diga que le toca el turno al señor Sucre.
Aprovecho este espacio para agradecer a las numerosas personas que me saludaron ayer por mi cumpleaños, el día de la Batalla de Ayacucho y me hicieron llegar mensajes por este mismo espacio, así como por wasapp y el correo Hotmail.