En el corazón de Trujillo está el Palacio Iturregui, la principal casona colonial de dos pisos, amplios patios interiores y salones que se conservan como en su construcción en 1842 por Don Juan Manuel de Iturregui y Aguilarte, amigo cercano del Generalísimo Don José de San Martín.
Los otros palacios trujillanos fueron adquiridos por entidades bancarias, que igualmente conservan y usan para sus oficinas principales.
Para ingresar debes vestir de manera formal y con zapatos, no se admiten zapatillas. Solamente accedes por invitación de algún socio amigo, que como César Acuña o Walter Zegarra lo hicieron conmigo, tan amablemente.
El ingeniero Acuña, entonces dueño de la Universidad César Vallejo, me dedicó una velada a solas para hablarme de sus proyectos, cuando todavía no incursionaba en política; mientras que Walter, que es un tremendo artista del dibujo, cambió el pincel por el escalpelo y se dedicó a mejorar la belleza de las guapas trujillanas.
Los ambientes del Club Central fueron diseñados para disfrutar del clima, con buena ventilación y a la sombra de los árboles, mientras en el comedor brillan los cubiertos de plata sobre mezas protegidas de finos manteles, loza esmaltada y copas de cristal de bohemia.
Las paredes están adornadas de lienzos coloniales y fotografías de visitantes ilustres, que pasaron por la ciudad e inevitablemente disfrutaron de su mejor expresión de hospitalidad.
Se conversa de todo y suelen solucionarse los problemas que por la vía regular, política o judicial, no alcanzan resultados satisfactorios. Es la cancha neutral para el arreglo de diferencias y escenario de grandes acontecimientos.
Para qué hablar de sus exquisitos potajes y delicados licores si seguramente, con tremendo escenario, cualquiera adivina que es el lugar indicado para un almuerzo o cena que difícilmente puedes olvidar. Los directivos del Club tuvieron conmigo un gesto amable de bienvenida que hoy nuevamente agradezco, al tiempo de felicitarlos por el esfuerzo que hacen para defender lo que es peruano. (09-05-20)