Recuerdo haber conocido a lo largo de mi vida a más de uno que navegaba por el mundo con el apelativo de cholo, que sus amigos anteponen al apellido. El cholo Calderón, el cholo Cuenca, el cholo Orozco, el cholo Vera, el cholo Sotil y el cholo Toledo, entre muchos otros.
Cholos somos todos los que nacimos en el Perú y aunque a algunos no les guste reconocer, unos son más cholos que otros, aquellos en los que prevalecen rasgos indígenas y por eso se ganan el sobrenombre que no les incomoda, al contrario, lo lucen como credencial de patriotismo y peruanidad.
Por eso el cuento de poblaciones originarias, comunidades nativas y habitantes del Perú profundo no pasan de ser artificios que algunos usan para crear divisionismo cuando lo de oligarcas y pitucos ya no funciona.
Castillo, Cerrón, Bellido y Bermejo, por citar unos pocos, son apellidos españoles y descienden, como la inmensa mayoría de peruanos, de migrantes que salieron principalmente de España y llegaron a este Continente con el ánimo de hacer fortuna fácil a costa de la vida de quienes habitaban el territorio que hoy es el Perú. Vinieron a hacer la América.
La etapa de la colonia terminó hace 200 años y de las oligarquías también. Pretender marcar diferencias allí donde no existen revela el ánimo divisionista de mentes resentidas con una suerte que nunca les fue favorable, hasta que alcanzaron ese cargo público que confunden con premio de lotería.
La mínima y hasta hoy cuestionada diferencia de votos de una elección poco transparente no da licencia para matar políticas nacionales como la maltratada meritocracia en la administración pública.
No da permiso para saltar alegremente el mínimo de decencia que deben reunir los llamados a ocupar los más altos cargos ejecutivos del Estado.
El escuadrón de impresentables, hombres y mujeres, que están imponiendo equivoca y abusivamente se convertirá en corto tiempo en sepulturero de una izquierda que perdió la brújula cuando cayó el muro de Berlín.
Cholos somos todos, impresentables solo algunos y debemos cuidar el prestigio de una condición que nos llena de orgullo y nos diferencia, sí, pero de aquellos que no nacieron aquí en el Perú y punto.