Plurinacional le sonó bonito a Evo Morales y cambió el nombre a su país para que ahora sea el Estado Plurinacional de Bolivia, que quiere decir que allí hay varias naciones.
En España hay catalanes, gallegos, castellanos y vascos solo por mencionar algunos.
Gran Bretaña está formada por ingleses, irlandeses, escoceses y galos.
En Rusia hay más de cien nacionalidades y más de 50 con su propio territorio y junto con la China que igualmente tiene más de 50 disputan el campeonato mundial por el número de etnias y naciones que conviven con sus distintas culturas, idiomas y religiones.
Recuerdo mucho la cruel guerra en Yugoslavia entre bosnios, serbios, croatas y montenegrinos, en los años 90 que terminó con la disolución de ese país.
En todos los países conviven distintas naciones y a nadie se le ocurre llamar a su país plurinacional, nadie comparte el entusiasmo lingüístico de Evo. Eso de plurinacional le cae también a ciudades como Jerusalén con judíos, cristianos y musulmanes.
Subrayar que en Bolivia conviven distintas naciones tal vez esconda el propósito de tener siempre presente aquellas minorías postergadas por gobiernos y la historia y me parece justo las tengan siempre muy presentes.
Igual debe ocurrir aquí en el Perú con más de medio centenar de comunidades nativas, algunas con millones de habitantes como los quechuas y aymaras, que igualmente reclaman que los gobiernos se acuerden de ellos.
Pero incurrir en la misma nomenclatura, decir que somos un país plurinacional por esa exquisitez que se les ocurrió en el altiplano solamente nos sumará otro ridículo innecesario al montón de huachafadas que nos acompañan.
En Venezuela la imaginación se les fue por el lado patriótico y son ahora la República Bolivariana de Venezuela, en honor al libertador. Si por aquí, que nos gusta celebrar el ridículo, se les ocurre algo parecido podríamos convertirnos pronto en la República Plurinacional, Pluripatriótica, Bolivariana y Sanmartiniana del Perú.
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