Más o menos en el mismo orden es posible que observemos en los próximos días el ejercicio de estas figuras políticas que la Constitución de la República contempla para asegurar el contrapeso de poderes.
La censura del ministro de trabajo Iber Maraví es inminente debido a las numerosas evidencias que señalan al personaje no solamente cercano al Movadef y Sendero Luminoso, sino dan pie a presumir ser uno de sus dirigentes y parte de la cuota de poder que impuso el narcoterrorismo a Pedro Castillo.
El voto de confianza es la respuesta que el Ejecutivo advierte en boca del premier provocador Guido Bellido, que apenas unos días previos pidió a Maraví que dé un paso al costado ante las numerosas y abrumadoras evidencias.
Giros de 180 grados se convierten en la mejor demostración que se trata de una partida de ajedrez, jugada por personajes escondidos tras el velo de celulares encriptados que mueven las fichas con la frialdad de Bobby Fisher, Anatoly Karpov o Garry Kasparov, con un WhatsApp que está fallando.
Vizcarra se encargó de maltratar al congreso al disolverlo, como Fujimori, abusando del poder, para promover otro parlamento que igualmente lo guillotinó.
Una ley que regula el uso de la confianza, encarpetada por Castillo, podría acabar hoy mismo con la posibilidad de ver concluido su mandato antes de cumplir un año en el palacio de Pizarro.
El hecho de obstruir la gestión parlamentaria se convierte en otra prueba de incapacidad moral para gobernar y la vacancia podría echar a rodar su cabeza con el enorme sombrero.
La caída de Maraví, como ayer la de Béjar en la Cancillería, es la antesala de partidas más complicadas como las que se vienen con Walter Ayala y el propio Bellido.
Veo cada vez más difícil que en arrebato de cordura el presidente se desmarque de Sendero Luminoso, se deshaga de personajes incompetentes y asegure la continuidad de su mandato de cinco años con gente de izquierda ajena por completo al narcoterrorismo.