Cuando comencé a escribir mis primeras notas periodísticas, mis primeras noticias, recibí de mis jefes, mis primeros profesores de periodismo, la misma indicación que recibimos todos en esos días, hace medio siglo y era que teníamos la obligación de ser objetivos.
Eso quería decir que no debíamos opinar, no debíamos calificar, había que redactar las notas sin usar adjetivos y a partir de ahí que comenzamos a olvidarnos que algo podía estar bien o mal, que fuera feo o bonito, grande o pequeño, fácil o difícil, joven o viejo, que era conveniente o inconveniente, debíamos marcar distancia con aquello que debíamos describir en la nota.
Otra indicación que recibimos fue que debíamos responder, en el primer párrafo, a las cinco preguntas clásicas ¿qué? ¿quién, ¿cuándo? ¿cómo? y ¿dónde? Para después, en los siguientes párrafos, tratar de explicar por qué y para qué.
La objetividad, define el diccionario, está desligada de los sentimientos y de la afinidad que una persona pueda tener con respecto a otro individuo, objeto o situación. La objetividad solo debe indicar aquello que es real y existente, es decir, que es imparcial.
Por tanto, la objetividad es una cualidad que puede ser difícil de practicar, ya que el ser humano formula un criterio personal de lo que considera verdadero, real o falso a partir de sus experiencias y percepciones, así como de su cultura, creencias, ideologías o sentimientos.
Sin embargo, pese a todo, debíamos procurar ser siempre objetivos y corrían comentarios como aquel que decía que los periodistas podíamos tener nuestra opinión, nuestra manera de pensar, nuestra ideología, pero que todo eso debía quedar en la entrada a la sala de redacción y debía colgarse en el perchero, junto a las chalinas y sombreros.
Al salir del trabajo, acabada la jornada laboral, nos podíamos volver a poner los sombreros, abrigos y chalinas de nuestra particular ideología. Lo honesto, lo correcto. Lo profesional, lo recomendable, lo obligatorio era no opinar.
Ha pasado más de medio siglo desde que la escuelita de Pedro Beltrán dejó de funcionar en el diario La Prensa de Lima, que fue tal vez el mejor ejemplo de cómo había que redactar las noticias y todos procurábamos seguir esa misma ruta, que era copia de la escuela norteamericana.
Los linotipos fueron reemplazados por el sistema offset de impresión y ese sistema fue cambiado por la tecnología digital. Las máquinas de escribir fueron reemplazadas por las computadoras y las cámaras fotográficas cambiaron los rollos de película por las memorias digitales.
Las nuevas tecnologías trajeron también un cambio en la manera de tratar las noticias y no se trata solo de un pequeño cambio. Ha cambiado todo, completamente. Ahora, en muchos casos, le dedican más tiempo y espacio a la opinión de los redactores o conductores de programas de noticias que a la noticia en sí misma.
Resulta que las noticias llegan a la gran mayoría en vivo y en directo, en tiempo real, mientras está ocurriendo y entonces carece de sentido redactar notas sobre aquello que el gran público ya se enteró. Las redes sociales, internet, Facebook, Instagram, twitter entre otros grupos de comunicación global nos hicieron saber lo que había ocurrido y ahora solo queda tiempo y espacio para el análisis, para el comentario.
Entonces, quiero que sepan que no es que no apruebe lo que hacen hoy los periodistas de estos días. Es lo que les corresponde hace r. Es una manera completamente diferente de cómo se entiende ahora la profesión de los periodistas.
Sin embargo, pese a estos comentarios mi recomendación
a los jóvenes periodistas es rescatar la experiencia de nosotros los mayores. Es mejor que procuren actuar con objetividad y es que la realidad muchas veces se presenta de manera engañosa y nos muestra una imagen que puede estar distorsionando lo que realmente está ocurriendo.
Yo pregunto cuántos jóvenes periodistas no aplaudieron en su momento la remoción de Merino de la presidencia hace un par de años y hoy comentan que se equivocaron.
Cuántos se equivocaron con Fernando Belaunde fue sacado del gobierno en 1968 y luego el pueblo lo volvió a elegir en 1980. Cuántos maldijeron a Alan García en los años 80 y luego votaron por él en el 2006.
La experiencia nos dice que podemos equivocarnos muchas veces y muchas veces deberíamos rectificarnos, pero jamás escucho esas disculpas.
La experiencia me dice que es mejor procurar ser objetivos y que para el análisis o el comentario, no necesariamente debemos incurrir en opiniones personales, a las que tenemos derecho, pero es mejor dejar de lado a la hora de ejercer el periodismo.
El partido gubernamental Perú Libre ha presentado un proyecto de ley que contempla el control del contenido de los medios de comunicación por parte del Gobierno, Así, afirma que «la justa y equitativa distribución del espectro electromagnético y radioeléctrico en radio, televisión y otros medios de comunicación se justifica porque el medio de comunicación es un servicio público de competencia de la nación» y que «el espectro electromagnético es un elemento clave para las telecomunicaciones y la transmisión de información».
«En caso de declaración de emergencia decretada, conforme al ordenamiento jurídico, el Poder Ejecutivo podrá dictar medidas temporales que deberán ser cumplidas por los operadores, proveedores y usuarios de los servicios de telecomunicaciones. Dichas medidas se adoptarán conforme al marco constitucional vigente»,
Sostiene que «el Poder Ejecutivo, con carácter excepcional y transitorio, respetando los principios de proporcionalidad y razonabilidad, podrá asumir de manera temporal la prestación directa de determinados servicios o la explotación de ciertas redes de telecomunicaciones cuando sea necesario para mitigar los efectos del estado de necesidad y urgencia».
Este proyecto ha sido rechazado hasta por el ministro de justicia del propio gobierno quien afirmó que, de ser aprobada esta ley, el poder ejecutivo la observaría por atentar contra la libertad de expresión.
A lo largo de la historia los gobiernos de izquierda se han caracterizado por su intolerancia a las críticas de la oposición. Cuba y Venezuela son claros ejemplos. Aquí en el Perú vivimos una experiencia similar a la que se propone con este proyecto, cuando el dictador Juan Velasco Alvarado dijo que estaban entregando los diarios de circulación nacional a los sectores organizados de la población. Entonces confiscaron diarios y emisoras de radio y televisión. Todos los medios pasaron a ser manejados por gente allegada al gobierno.
¿Qué objetividad puede haber en esas condiciones?