El PCP-SL entró primero a Paraíso, al principio de modo clandestino y luego de modo abierto, con una incursión armada que inició su dominio sobre el pueblo; éste duraría hasta fines de los noventa. Paraíso resultó ser un lugar estratégico por ser un enclave de narcotraficantes donde no había presencia de las fuerzas policiales debido a su relativo alejamiento de una vía de acceso rápido y a sus fuertes nexos con los mercados y firmas de Uchiza y Tocache.
El PCP-SL encontró en Paraíso un pueblo diverso con un movimiento económico impresionante. El estallido inesperado del apogeo en 1980 había transformado un paraje netamente rural en un pueblo bullicioso y acaudalado, atrayendo personas no sólo de todas partes del país sino de México, Bolivia y Brasil, si bien el grueso de la colonia extranjera lo formaban los colombianos.
En muy pocos años Paraíso se convirtió en un eje de producción, comercialización y transporte para el narcotráfico. Abarcaba entre 18 y 20 caseríos, cada uno con sus respectivas zonas de cultivo, contando además con ocho pistas de aterrizaje —en realidad simples caminos vecinales que comunicaban a los distintos sectores y funcionaban a su vez para despachar cargamentos de pasta básica al extranjero—. Por su potencia económica, ambiente cosmopolita y población que en los años ochenta creció a varios miles de habitantes, Paraíso desarrolló una atmósfera de «ciudad». Ostentaba los mejores restaurantes, discotecas y hoteles que se acostumbran ver en el Alto Huallaga.
Los narcotraficantes principales tenían su propio barrio donde vivían en casas de madera amachimbrada que provocaban la admiración del pueblo. De un día para otro Paraíso se había levantado como pueblo grande, testigo de la fuerza urbanizadora del auge de la droga, pero a la vez sufría de un cierto aislamiento de los otros pueblos grandes de la zona. El único acceso a la Carretera Marginal era por pequeños botes o deslizadoras al puerto de Nuevo Progreso, y los caminos que lo comunicaban con Uchiza, eran rústicos.
La ausencia del reconocimiento oficial del Estado acentuaba su situación de pueblo más que olvidado, escondido. Si bien esa condición recóndita lo hacía más atractivo como centro de operaciones para los narcotraficantes posteriormente le facilitaría la entrada del PCP-SL y su eventual dominio sobre el pueblo. Entre los grupos de narcotraficantes que operaban desde Paraíso, las organizaciones locales que destacaron más eran las de Braulio Tafur, Antonio «Tío» Ríos y Marcelo Ramírez, más conocido como «Machi». Desde un principio reinó una convivencia entre el PCP-SL y las firmas y sin excepción los jefes aceptaron las obligaciones que les imponían los senderistas como la mejor manera de evitar problemas —aunque fue con Machi que el PCP-SL parece haber establecido la relación más importante— No era del todo extraño que muchachos del pueblo de Paraíso pertenecieran a la guerrilla y a la vez trabajaran para las organizaciones de Tío Ríos, Machi, o incluso Catalino Escalante en Uchiza.
Al nivel de la gente «común y corriente» estar con la revolución no impedía que uno en sus momentos libres hiciera pases de droga o proveyera seguridad a uno de los patrones. Existía una comunicación muy fluida entre ambas corrientes.
A partir de su llegada al caserío de Paraíso todo marchó muy rápido. El PCP-SL iba organizando todos los sectores de Paraíso pero también las zonas de cultivos alrededor de Nuevo Progreso, Tocache y Uchiza, poco a poco tomando el campo. Los patrones que antes tenían carta abierta para presionar a los campesinos con sus bandas de sicarios se vieron obligados a arrimarse más hacia las zonas urbanas por miedo a que los agricultores informaran a los delegados de los comités populares.
Una noche un grupo armado de senderistas ingresó al pueblo de Nuevo Progreso y reunió a toda la población en la plaza de armas. Decían que venían «a poner orden» a causa de las muchas quejas que habían recibido: que los traqueteros estafaban a los agricultores en la compra de la droga y que las firmas recibían droga fiada pero no cancelaban sus deudas. Dieron un plazo de 24 horas para que todos remediaran sus problemas de pago. «Y los hombres al ver que las cosas eran serias», cuenta un testigo, «se han puesto a derecho, creo que desde esa fecha la gente empezó a valorar su vida y a no deber».
Poco después se formó un comité dentro de Nuevo Progreso y desde ese entonces para cualquiera que tuviera problemas de cobranzas podía ir al delegado y presentar su denuncia, sabiendo que allí «harían justicia»
La llegada del PCP-SL a Tocache sería más sutil al principio, quizás por tratarse de un pueblo más grande, vinculado al resto del país por vías de comunicación, y con una presencia nominal del Estado peruano. Según relata un ex sicario que trabajó para una de las firmas principales, una persona de confianza de Machi fue a Tocache para presentar a un emisario del PCP-SL a los narcos más importantes. El representante senderista anunció que su organización iba a entrar al pueblo, pero no para enfrentarse con los narcos sino para ayudarlos a ordenar la ciudad, tanto para poner en jaque a la policía como para acabar con la delincuencia que azotaba la zona urbana.
Fue un ofrecimiento que la mayoría de los narcotraficantes recibió con agrado. A raíz de ese primer contacto el PCP-SL consiguió autorización para colocar tres o cuatro de sus cuadros en cada una de las firmas. Estos no portaban armas, tenían la misión más bien de acompañar a los grupos de narcotraficantes: acompañar y observar. Con la complacencia y ayuda de los narcotraficantes lo primero que hizo el PCP-SL fue organizar una ronda dentro del pueblo. La ronda consistía de grupos de diez o doce sicarios de las firmas con uno o dos representantes del PCP-SL. Los sicarios estaban armados pero los senderistas dirigían. Juntos vigilaban las calles, recibían quejas de asaltos o abusos y administraban penas.
Fue ese mismo año (1986) que los vuelos con droga comenzaron a salir del aeropuerto municipal de Tocache «con fuerza», a veces hasta cuatro o cinco veces al día. El narcotráfico estaba en pleno apogeo y la droga circulaba abiertamente. De pronto el PCP-SL les habría sugerido a los jefes de firma que el apoyo de su organización al ordenamiento del pueblo sería más eficiente si ellos, los narcotraficantes, invertían en el trabajo de los senderistas, trayéndoles armamento de guerra de Colombia.
Para los primeros meses de 1987 ya había cientos de combatientes concentrados en Tocache y el PCP-SL controlaba el pueblo. Nombró delegados en cada manzana y organizó a los varones en una ronda nueva, esta vez formada sin la presencia de los sicarios. La llamada «ronda de cuadra» vigilaba las calles de la ciudad, pero sólo durante las horas nocturnas. Pequeños grupos armados sólo con bastones de madera caminaban por sectores de tres manzanas, reportando cualquier situación que no podían resolver en el Club Obrero donde elementos armados del PCPSL había establecido un «Comité de Justicia Popular». Paralelamente, es decir, a fines del 86 y a principios del 87 el PCP-SL avanzó hacia el norte organizando a los pueblos y caseríos al norte de Tocache: Bambamarca, Nuevo Horizonte, Escote y Santa Rosa de Mishollo entre otros. Sería una zona de expansión rápida e intensiva para elPCP-SL, alimentada por el fuerte movimiento de la droga en Puerto Pizana que surgiría como mercado importante de la droga a fines de los ochenta. La expansión de sus tareas organizativas llegaría hasta Punta Arenas/Campanilla, viéndose frustrada a partir de Juanjuí por la presencia fuerte del MRTA.
Igualmente fue durante esta época que el PCP-SL habría comenzado a organizar los «comités de poder popular paralelo» (CPPP) en pueblos que tenían presencia de fuerzas del Estado peruano, conocido en el habla popular del Huallaga, como «las Urbanas». La función de las Urbanas era mantener una red de espionaje, dedicarse al cobro de impuestos o colaboraciones de comerciantes y al asesinato selectivo de «malos elementos».
A fines de mayo el PCP-SL atacaría el puesto policial de Uchiza y en junio declararía un paro armado a nivel del Alto Huallaga. Entre Tulumayo y Nuevo Progreso obligaría a la población rural a participar en el bloqueo de la carretera, la destrucción de asfaltado y la pinta de fachadas de viviendas a lo largo de la Carretera Marginal. Estos primeros paros serían una medida de fuerza poderosa, con la cual el PCP-SL no sólo lograba cortar la comunicación de vehículos entre Tingo María y el resto del Alto Huallaga, sino también demostraba su control, a todas luces total sobre el campo que «vaciaba» para cerrar el tráfico.
Poco después comenzaría la destrucción de puentes y luego la instalación de garitas de control por toda la Marginal. Parecía que el Alto Huallaga ya estaba bajo dominio senderista cuando un 15 de julio de 1987 paracaidistas de unidades especializadas de la policía tomaron el pueblo de Tocache en un gran operativo denominado «Relámpago». Aparentemente el PCP-SL y los narcotraficantes tenían conocimiento del contraataque policial porque ambos grupos se retiraron de la zona urbana antes del arribo de los primeros efectivos. Unidades especiales de la policía se instalaron tanto en Tocache como en Nuevo Progreso y en estos centros urbanos la presencia del PCP-SL se hizo clandestina; y si bien el abandono de Tocache debía de haber parecido en el momento sólo una retirada estratégica, el PCP-SL nunca volvería a intentar una ocupación abierta de un centro urbano dentro del Huallaga.
En ese sentido la toma y ocupación de Tocache, por ser la primera y última vez que el PCP-SL detentara un control abierto sobre la «ciudad», fue un caso límite. La regla fue más bien hostigar y presionar a la zona urbana desde el campo y en ocasiones muy especiales acumular fuerzas de todos sus bolsones para lanzar un ataque; en estos casos entraban por un máximo de unas horas y salían con prisa antes que llegaran refuerzos de las fuerzas policiales o castrenses.
A raíz del Operativo «Relámpago» y la fuga al campo de las firmas principales, Tocache decae como centro abierto de la droga, surgiendo Sión como nuevo foco del mercado de la droga. Tocache, sin embargo, seguirá siendo importante dentro del circuito del narcotráfico. Continuarían saliendo los vuelos del aeropuerto municipal pero ya con menos frecuencia y de modo menos atrevido. Tocache tomaría un lugar muy secundario a Uchiza donde el narcotráfico se mantendría en pleno apogeo y con una fuerza creciente hasta fines de la década de los ochenta. Informe CVR págs. 284-288.