El domingo 3 de abril de 1983, una columna de aproximadamente sesenta personas pertenecientes a la organización subversiva Sendero Luminoso, al mando de Hildebrando Pérez Huarancca e integrada, entre otros, por Víctor Quispe Palomino o Glicerio Alberto Aucapoma Sánchez6 , René Carlos Tomayro Flores, Gilber Curitumay Allaucca, Raúl Allccahuamán Arones y Félix Quichua Echajaya incursionaron en el distrito de Santiago de Lucanamarca con el propósito de aniquilar a su población, con carácter de “sanción ejemplar” por haberse rebelado contra esa organización y haber colaborado con las fuerzas del orden en la lucha contra la subversión en los lugares donde habían logrado hegemonía.
Esta acción fue decidida y planificada por la Dirección Central de Sendero Luminoso bajo el mando de Abimael Guzmán Reynoso: Frente al uso de mesnadas y la acción militar reaccionaria respondimos contundentemente con una acción: Lucanamarca, ni ellos ni nosotros la olvidamos, claro, porque ahí vieron una respuesta que no se imaginaron, ahí fueron aniquilados más de 80, eso es lo real; y lo decimos, ahí hubo exceso, como se analizara en el año 83, pero toda cosa en la vida tiene dos aspectos: nuestro problema era un golpe.
El reconocimiento de la responsabilidad de la Dirección Central de Sendero Luminoso por los hechos de Lucanamarca ha sido corroborada por Abimael Guzmán Reynoso ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación, ante la cual ha manifestado que, como líder de su organización, se considera el primer responsable: “… nosotros, doctores, reiteramos, no rehuimos de nuestra responsabilidad, yo tengo la mía, soy el primer responsable, jamás voy a renunciar a mi responsabilidad, no tiene sentido…”.
“desde las primeras horas de la mañana los miembros de Sendero Luminoso, armados con hachas, machetes, cuchillos y armas de fuego, iniciaron su ataque a lo largo de un trayecto que comprendió las zonas de Yanaccollpa, Ataccara, Llacchua, Muylacruz y culminó en el pueblo de Lucanamarca, con un saldo total de sesenta y nueve campesinos muertos. Las acciones se iniciaron alrededor de las ocho de la mañana en las estancias ubicadas en Yanaccollpa, donde sorprendieron a un grupo de campesinos a los que condujeron a la vivienda del comunero Antonio Quincho junto a otras personas capturadas en las estancias vecinas. Al llegar a este lugar, reunieron a un total de veintinueve personas entre hombres, mujeres y niños, las cuales fueron encerradas en la vivienda y atacados brutalmente con hachas, machetes y armas de fuego. Como consecuencia fueron asesinadas todas las personas que se encontraban en el lugar. Durante estos actos e inmediatamente después de ultimar a las víctimas, los subversivos rociaron agua hirviendo sobre sus cuerpos y aseguraron la puerta de la vivienda con un candado.
Dos días después de intensa búsqueda de sus familiares por distintos parajes de las zonas altas de Lucanamarca, don Antonio Quincho descubrió en su vivienda este escalofriante escenario: … con las manos y los pies amarrados, hasta las trenzas salidas de las señoritas, a quienes los habían cortado con hacha, cuchillo, pico, incluso les habían echado agua caliente…encontraron a los niños quemados sus manitos, caritas, … a los niños recién nacidos les habían sacado las tripas y pisado sus cabezas hasta que salgan sus sesos..).
De acuerdo con sus propios testimonios, Antonio Quincho y otros familiares de las víctimas, sacaron los cadáveres del lugar donde fueron hallados y los enterraron en una pampa cercana. Luego del ataque a Yanaccollpa, los senderistas continuaron su recorrido y llegaron al paraje denominado Ataccara. De acuerdo con lo declarado por la testigo Justina Evanan Tacas, los senderistas llegaron repentinamente y capturaron a su yerno Néstor Garayar Quispe, quien se encontraba en las pampas cercanas pastando su ganado. Este hecho fue también presenciado por Zaragoza Allauca Evanan, esposa de Néstor Garayar Quispe, quien tomó a su menor hijo Percy Garayar Allauca y partió junto a su esposo diciendo “si nos matan, que nos maten junto”
En efecto, los miembros de Sendero Luminoso asesinaron con golpes de hacha a los tres miembros de la familia. Continuando su marcha hacia el pueblo de Lucanamarca, la columna de Sendero Luminoso llegó hasta el paraje de Llacchua donde asesinaron a ocho personas. Rolando Misaico Evanan relata que el ataque se produjo cuando se encontraba con su hermana en el río lavando ropa.
Cuando retornó a su domicilio, encontró muerto a su hermano, Fausto Misaico Evanan, y a su madre, Felicitas Evanan Tacas, quien había recibido un hachazo y agonizaba tendida en el suelo. Aproximadamente a las doce del día, Elías Tacas -quien venía de Ataccara- se presentó ante los comuneros de Lucanamarca que se encontraban realizando una faena comunal en la carretera que conduce a Huancasancos y advirtió sobre la presencia de los subversivos. Ante esta situación, los comuneros formaron un grupo de trece varones, en su mayoría jóvenes, a quienes enviaron con dirección a las zonas altas con la finalidad de indagar sobre lo que estaba ocurriendo, mas no a enfrentarse con los subversivos. El grupo restante de comuneros regreso al pueblo. Al llegar al paraje denominado Muylacruz, fueron emboscados por los senderistas, quienes obligaron a los comuneros a tenderse en el piso para después darle muerte a diez de ellos.
Cirilo Curitomay, Baldomero Curitomay y Fidencio Quichua lograron escapar ilesos en circunstancias no esclarecidas. Algunos testigos atribuyen este hecho a que Cirilo y Baldomero Curitomay eran parientes de Gilber Curitomay –hermano de los mandos locales Olegario y Nicanor Curitomay asesinados el 22 de febrero-, quien habría integrado la columna senderista. Alrededor de las cuatro de la tarde, los senderistas hicieron, finalmente, su ingreso al pueblo de Lucanamarca por la carretera. Inicialmente, este grupo habría sido confundido con pobladores de los anexos vecinos a quienes previamente se había solicitado ayuda en caso de una incursión de elementos subversivos. Cuando los comuneros se percataron de que se trataba de una columna senderista, algunos de ellos escaparon hacia las alturas del cerro conocido como “Calvario”, desde donde intentaron repeler el ataque de los subversivos con hondas; sin embargo, los subversivos hicieron uso de sus armas de fuego contra estos pobladores. Como producto de este desigual enfrentamiento, varios comuneros resultaron heridos, algunos lograron escapar por los cerros vecinos y otros fueron capturados.
Después de ingresar al pueblo, los subversivos se dividieron en varios grupos, algunos de los cuales habrían permanecido en las afueras como vigías, mientras que otros habrían ido a buscar a determinadas personas directamente a sus domicilios –algunos testimonios hacen referencia a la presunta existencia de una lista en poder de los sediciosos-. Los senderistas, con apoyo de vecinos de Lucanamarca, invocaban a la población a no huir y afirmaban que solamente iban a realizar una asamblea en la plaza. Algunos sobrevivientes como Gualberto Tacas Rojas, ex alcalde de Lucanamarca, refieren con detalle lo ocurrido aquella tarde. Según su testimonio, fue interceptado en una de las calles por dos senderistas, uno de los cuales lo reconoció como Alcalde, por lo que le dispararon con un arma de fuego. El disparo impactó detrás de su oreja y el proyectil salió por su rostro. Declarante refiere haber permanecido inconsciente y, al recobrar el conocimiento, se arrastró hasta una casa cercana, donde fue posteriormente encontrado por los vecinos.
Los pobladores que no lograron huir fueron conducidos por aproximadamente treinta subversivos hasta la plaza de Lucanamarca. En este lugar, los senderistas separaron a los varones adultos de las mujeres y los niños. Los varones fueron obligados a tenderse en el piso frente a la iglesia, mientras que las demás personas permanecieron en una esquina cerca al antiguo local municipal. De acuerdo con la versión de los testigos, los varones adultos que se encontraban frente a la iglesia fueron asesinados por los subversivos, quienes hicieron uso de hachas, machetes piedras y armas de fuego, mientras daban vivas a Sendero Luminoso.
Al respecto, el testigo sobreviviente Marcelino Casavilca relata: (…) ahí realmente nos hace agachar, diciendo: “ustedes pobres miserables querían escapar” diciendo, ahora tienen que recibir castigo acá, nos han hecho manos amarrados en el cuello ahí. Cuando estuve echado, me manda con una bala, con eso me he quedado desmayado, y acá toda esta parte del brazo está roto, en el cuello con cuchillo después me han matado, ya muerto he quedado, no me daba cuenta ya (…). Cuando los senderistas se alistaban a proceder de igual forma con un segundo grupo de varones y con las mujeres que se hallaban en la plaza, un niño llamado Epifanio Quispe Tacas alertó con gritos, desde la parte alta de la casa cural, sobre una supuesta llegada de las fuerzas del orden. Al escucharlo, los senderistas se retiraron del lugar.
De acuerdo con los testimonios obtenidos, ante la falsa noticia, los senderistas que se hallaban en la plaza iniciaron un conteo en voz alta de su grupo –que habrían sido un poco más de treinta- y se retiraron. En su huida, los subversivos procedieron a saquear y quemar el local municipal, la oficina de correos, así como algunas viviendas y tiendas. Una vez retirados los senderistas, las mujeres corrieron hasta el lugar donde yacían los cuerpos de sus esposos o familiares a quienes trataron de auxiliar. Los relatos de los testigos dan cuenta de un panorama aterrador; la mayoría de sobrevivientes no sabía quehacer, varias personas aún con vida agonizaban ante la mirada impotente de sus familiares, algunas fueron atendidos tan sólo con agua y pastillas para el dolor, mientras que otros sencillamente morían. El señor Marcelino Casavilca narra que cuando reaccionó, estaba ensangrentado y observó que la gente a su alrededor estaba muerta“(…) hasta sus sesos estaban pegados en las paredes, toda la sangre había chorreado, sus narices partidas, las cabezas partidas( …)”
Igualmente, Envenciona Huancahuari refiere que luego la huida de los subversivos, se incorporó y corrió a ver a su esposo Glicerio Rojas Quincho: cuando me acerqué, estaba convulsionando, aún con vida, tenía la boca partida por el hacha, parte de la masa encefálica estaba fuera del cráneo, porque su cabeza estaba partida en cuatro (…) algunos órganos del pecho habían sido retenidos en la ropa, cuando quise levantarlo de un brazo, ya no lo tenía, estaba separado del cuerpo.
Así, la incursión senderista en el pueblo de Lucanamarca y el ajusticiamiento realizado en la plaza de armas dejaron como saldo diecinueve víctimas mortales, así como varios heridos de gravedad. Al finalizar el ataque de Sendero Luminoso al distrito de Santiago de Lucanamarca, el 3 de abril de 1983, los subversivos habían asesinado a un total de sesenta y nueve personas, entre varones, mujeres y niños. De acuerdo a diversos testimonios, los días posteriores a la matanza se iniciaron operativos policiales de búsqueda y captura de la columna senderista.
Dieciocho de las víctimas fueron niños entre los 6 meses y los 10 años de edad, mientras que ocho de las víctimas fueron adultos mayores entre los 50 y 70 años de edad y once mujeres – algunas de ellas en estado de gestación- entre los 13 y 49 años de edad, a partir de lo cual puede afirmarse que más de la mitad de las víctimas asesinadas eran personas que no poseían capacidad plena para defenderse y, por tanto, no representaban peligro para la vida o integridad de los perpetradores.
En tal sentido, los actos cometidos senderistas constituyen violación a las disposiciones del Derecho Internacional Humanitario contenidas en el artículo 3º común a los Convenios de Ginebra. Estos instrumentos internacionales forman parte del ordenamiento jurídico peruano y se encontraban vigentes al momento de comisión de los hechos.(informe CVR)