Sentir lo que sintieron los soldados peruanos y bolivianos en ese tramo del desierto que separa Tacna de Moquegua, en las alturas de la ciudad del Caplina, puede suceder si se asume la visita al campo de batalla con la idea que enfrentar un ejército de invasores apertrechados del armamento más moderno de esos días.
Saber que puedes morir en cualquier momento, que al ruido de una metralla acompaña una lluvia de balas encendidas de fuego asesino capaces de destrozar hasta a los caballos.
Pisar el Campo de la Alianza, en la meseta del cerro Intiorko, es algo a lo que estamos habituados los tacneños, desde niños, para no olvidar el dolor que sintió esa generación de patriotas.
Uno de los muchos combatientes fue mi pariente el Coronel Pedro Ugarteche y Gutiérrez de Cossío, en ese momento con el grado de Sargento Mayor.
La batalla ocurrió el 26 de mayo de 1880. Tropas peruanas y bolivianas dirigidas por el general boliviano Narciso Campero hicieron frente a los invasores dirigidos por el general Manuel Baquedano
Los historiadores chilenos Encina y Castedo calculan en 13 000 soldados el ejército chileno con 31 cañones Krupp, 6 cañones franceses de montaña de bronce, 2 ametralladoras Gatling y 2 ametralladoras Nordenfelt.
El historiador Jorge Basadre explica que en Tacna combatieron 4705 peruanos y 4225 bolivianos, en total 8930 aliados con 8 piezas de artillería.
Fue una pelea desigual pero sangrienta, la más grande y encarnizada
batalla de toda la guerra.
Visitar el Campo de la Alianza es una rutina de mis paisanos y una obligación consigo mismo de todo buen peruano. El Museo de Sitio y un complejo monumental los están esperando.