Hablar de Nueva York es pensar inmediatamente en grandes rascacielos, de los más grandes del mundo, un verdadero bosque de cemento, vidrios y acero y en lo infinitamente pequeñas que se ven las personas caminando por la Quinta Avenida, pero Lupe Chávarri, con mirada de artista y ojo de fotógrafo, buscó la parte romántica que siempre había llamado su atención en varias películas, el Parque Central.
Son cuatro kilómetros de largo por 800 metros de ancho que antes de la peste atraía cerca de 40 millones de visitantes al año, interesados como ella en escapar de la opresión de los grandes edificios.
Washington es la capital de los Estados Unidos y Nueva York es la capital del mundo por ser la sede de las Naciones Unidas, pero también el centro neurálgico de la economía mundial, sede de varias instituciones internacionales y el centro mundial de las finanzas en Wall Street.
El Central Park tiene la virtud de ser el contraste y ofrecer refugio no solamente a una gran variedad de aves migratorias sino un escenario bucólico gracias a sus varias lagunas artificiales, puentes y estrechos caminos que invitan a caminar al lado de la naturaleza.
Lo diseñaron pensando en el crecimiento vertiginoso de una ciudad que fue ocupando espacios velozmente y su gente buscaba lugares para recrearse en familia y lo hacía en los cementerios.
Actualmente lo administra una empresa privada, sin fines de lucro, por encargo de la municipalidad y tiene la responsabilidad de la limpieza y mantenimiento de sus instalaciones entre las que existen dos grandes pistas de patinaje sobre hielo.
El Parque Central de Nueva York hace las veces de los grandes parques naturales y bosques cercanos a importantes ciudades europeas que crecieron respetando áreas verdes naturales necesarias para la humanidad.