En noviembre de 1987, el capitán de navío AP Juan Carlos Vega Llona fue nombrado Agregado Naval de la embajada de Perú en Bolivia. Un año después, el 6 de diciembre de 1988, caminaba por la Av. 6 de agosto (La Paz) con dirección a la sede diplomática, cuando se le acercó una pareja por la espalda. El hombre le disparó dos tiros a quemarropa, mientras la mujer neutralizaba con una mini UZI a los transeúntes. Se produjo un breve forcejeo y Vega Llona cayó al suelo bañado en sangre, en posición fetal.
Vega trató de extraer la pistola que llevaba en su maletín, pero en cuestión de segundos lo remataron de un tiro en la cabeza. Su muerte fue instantánea, los genocidas lanzaron volantes del “Movimiento Obrero Revolucionario”. Años después, Guzmán reveló que el “Comité Central” de SL, bajo su jefatura, sentenció al marino por haber dirigido las operaciones del develamiento del motín propiciado por los senderistas recluidos en el penal de “El Frontón”, en el que cayeron abatidos un número indeterminado de subversivos, así como tres marinos y un policía. “El crimen de Vega Llona fue parte de un objetivo político y contó con el apoyo del Comité de Apoyo a la Revolución Peruana”, dijo en su momento Guzmán.
Autores y preámbulos
El grupo criminal que llegó a Bolivia, designado por el “presidente Gonzalo”, lo integraron Tania Tineo Suasnaba, (a) “Rosa”, mando político; Cipriano Quilla Carcausto, (a) “Silver” o “Saúl”; y Teófilo Ayma Saico, (a) “Tomás”.
Cuando la Dirección Nacional contra el Terrorismo (Dincote) capturó a “Rosa”, a mediados de 1989, narró que cuatro días antes del magnicidio, ocurrido a las 10:00 a.m., “Adrián” se reunió con ella en la casa de la terrorista “Margarita” (Puno) y le anunció que el viaje a La Paz sería al siguiente día. También contó que le entregó dos revólveres Smith Watson calibre 38, uno de cañón largo y otro corto, cuatro cargas de dinamita envueltas en plástico.
A las 6:00 p.m. del mismo día se reunieron con “Saúl” y “Tomás”. Cinco minutos después, llegó “Adrián”, quien les confirmó que “Rosa” dirigiría el atentado y les entregó 100,000 intis como viáticos.
Al día siguiente, “Rosa” recibió, de manos de “Adrián”, los salvoconductos que les permitirían ingresar a territorio boliviano. Una vez en el bus, la cabecilla y “Saúl” camuflaron sus armas, al lado derecho de su cintura. “Tomás” guardó en su casaca los explosivos. Horas más tarde, se alojaron en un hostal cerca de la Plaza Lucio Pérez Velasco, ubicado en el centro histórico de La Paz.
Según el testimonio de «Rosa», el 4 de diciembre, a las 7 a.m., tomaron un taxi con rumbo a la embajada del Perú. Le preguntaron a un policía sobre el horario de atención y este respondió que a partir de las 8:30 a.m. “A esa hora -señala la terrorista- llegó un hombre que parecía ser Vega Llona”. Cuenta que hicieron un reconocimiento del lugar y las vías por donde podrían eludirlos. Desde ese momento, vigilaron la sede diplomática, vieron subir al marino a una camioneta marrón, de placa CD- 204.
“Rosa” se acercó a la ventana del vehículo y se grabó los rasgos de Vega Llona. El 5 de diciembre, los genocidas salieron del hostal y se dirigieron a la embajada. Luego de unos minutos, vieron al marino salir de un edificio de la avenida 6 de agosto, caminaba con dirección a ellos, vestía de civil. En base a ese seguimiento trazaron un plano que fue determinante en el infame atentado.
«Regla de oro”
Información recogida por agentes de Contrainteligencia del SIE, se sabe que el 3 de diciembre, tres días antes de la muerte de Vega Llona, los criminales se reunieron en la casa de una tal «María» (boliviana), para celebrar el onomástico de Abimael Guzmán, quien en esa fecha cumplía 54 años y se hallaba en la clandestinidad.
Asimismo, hicieron un brindis por el éxito de quienes tenían la consigna de asesinar al ilustre marino y respetar la denominada “regla de oro”, semejante al “Código Omertá” (la ley del silencio) de la mafia siciliana, que impide bajo pena de muerte delatar a los miembros de esa organización criminal.
De acuerdo a ese reglamento de sangre, antes de denunciar a un miembro de la “hermandad” es preferible señalar a un pariente cercano, incluso al padre. Es conocido que la policía del país andino es drástica en sus procesos de investigación criminal y no es presionada por ningún organismo de derechos humanos cuando interroga a delincuentes. Esta información fue proporcionada por “Rufo”, cabecilla del “Movimiento de Apoyo a la Revolución Peruana”, cuando fue sentado en el banquillo de los acusados en La Paz (Bolivia). (Diario Expreso- César Reátegui)