A medida que se complica la civilización y la vida humana, son más intensos y complicados también los deberes de la prensa, en sus múltiples formas, está encarnada en la conciencia pública no solamente como una necesidad que satisface curiosidades de información, de instrucción corriente y seria, sino como fuerza que dirige o desvía a los grupos y a los individuos.
Es una ley social que a medida que la civilización progresa, progresa también el vicio. Se cita a menudo la inmoralidad reinante en Estados Unidos, una de cuyas consecuencias es la aparición de la prensa amarilla.
Sin embargo, los que citan este ejemplo para demostrar que la inmoralidad marcha paralela a la civilización, no recuerdan los combates que se libran sin reposo para mantener la pureza de las costumbres y la austeridad de los órganos de propaganda social.
Esta austeridad es una condición indispensable de la prensa.
Las preocupaciones, las pasiones, los apetitos, los intereses, las vanidades, los sentimientos irreflexivos que ella estimula en los pueblos para satisfacer sus planes, suelen afectar a las masas por largo del tiempo. Nada es más difícil que producir la reacción contra las preocupaciones y falsos puntos de vista.
Se consigue infundirlas de inmediato con golpes de audacia, pero se requiere de largos años de propaganda para que brille la luz, se disipe la tiniebla y aquellos efectos queden neutralizados. Estas circunstancias agravan la responsabilidad del periodismo en la época contemporánea.
La orientación económica de todas las fuerzas políticas y sociales de nuestro tiempo, contribuye por otra parte a aumentar la delicadeza de la misión del periodismo.
Es una función social que está sujeta a las influencias del ambiente, pero a menudo también a influencias individuales. Hacer prevalecer los intereses económicos es una de las grandes acechanzas de la prensa contemporánea. La mal llamada prensa amarilla, busca dinero por todos los medios. Nos recuerda la frase atribuida al yankee que manda a su hijo diciéndole “Haz dinero honradamente si puedes y si no haz dinero”.
El industrialismo, los gobiernos y el comercio, en su honda lucha moderna agotan recursos para influir sobre sus columnas. Les pagan redactores, les pasan subvenciones.
Este peligroso tipo de prensa, practica la extorsión de forma más o menos disimulada. Por eso es cuestión de una suma de dinero, de subvenciones directas o indirectas de avisos oficiales o de otros medios cuantiosos obtener el aplauso o la diatriba.
Poner a cubierto la prensa contemporánea de las asechanzas de todo género que la rodean para corromperla es una de las luchas contemporáneas notables.
Diario El Deber de Arequipa, 16 de febrero de 1913, de un artículo publicado en La Prensa de Buenos Aires.