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sábado, noviembre 23, 2024

JUGAR AL CINE

A mediados del siglo pasado las películas se proyectaban a partir de cintas de material plástico de 36 mm, perforadas a los costados. Una señal casi imperceptible aparecía en la parte superior derecha del ecran, un pequeño círculo, para advertir la necesidad de cambiar de rollo y de proyector.

 

Los proyectores se atascaban con cintas viejas, cansadas de llegar a Tacna después de recorrer medio Perú, los cuadritos del engranaje, gastados de tanto uso se rompían con frecuencia, lo que ocasionaba, además de la protesta del público, que el proyeccionista recorte partes de la cinta para empalmar cuadros más adelante.

 

Esos retazos de película descartada eran vendidos por ambulantes en las inmediaciones del mercado de la Av. Bolognesi, La Recova, que añora el poeta Fredy Gambetta. Con una moneda podías conseguir varios trozos de celuloide que luego servían para jugar al cine.

 

El proyector en casa se basaba en el mismo principio de luz y lente amplificador. Consistía en una caja de zapatos con un hueco en uno de sus extremos, por el que ingresaba un cable eléctrico con un foco. Al otro lado, junto a una pequeña perforación, se acomodaba una lupa para ampliar la imagen proyectada en una de las paredes de la habitación.

 

Todavía no llegaba la televisión y las únicas otras posibilidades de ver películas estaban en el Teatro Municipal y el cine Colón. El Municipal muy cerca a las 200, escenario no solo de proyecciones de cine, sino de espectáculos y hasta hoy auditorio para grandes acontecimientos cívicos, ceremonias, homenajes y asambleas solemnes.

Jugar al cine en casa y coleccionar pedazos de película fue un entretenimiento que sirvió de escuela para conocer las primeras nociones sobre luces, sombras y encuadres a quienes más adelante tuvimos trabajos relacionados con fotografía, cine y televisión. (20-05-20)

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