El pastel de choclo es una delicia que se puede encontrar en panaderías y hasta en triciclos de los panaderos ambulantes que recorren las calles haciendo sonar sus bocinas.
El pastel tradicional, como lo conocemos la mayoría de peruanos y lo podemos comprar en pequeñas raciones como un pedazo de torta, pastel de fresa o pye de manzana o de limón.
Pero el pastel de choclo caliente, relleno de carne, dulce o salado, es una delicia de gourmets que solo se puede encontrar en algunos restaurantes dedicados a engreír paladares exigentes.
Gastón Acurio lo prepara con medio kilo de choclo cocido, una cucharada de ají amarillo, un litro de leche, 100 gramos de mantequilla, dos huevos, una cebolla picada, 200 gramos de queso fresco y azúcar, sal y pimienta al gusto.
Las porciones varían según el tamaño del recipiente y el relleno de carne puede ser el pino de las empanadas o pollo en trozos pequeños, aunque alguna vez me encontré con la más deliciosa pierna de pollo que jamás había comido.
El manejo del horno como las cantidades de sal y azúcar son claves para el resultado final, que no debe ser muy seco, ni muy caldudo, ni tampoco muy dulce o muy salado.
Es un plato típico sudamericano producto de la fusión de la cocina de los conquistadores españoles, con el choclo que formaba parte esencial de la dieta de nuestros antepasados incas.
Como la preparación resulta algo más complicada que los platos del menú rápido y sencillo que impone el espacio intermedio en el teletrabajo, el pastel de choclo está reservado para el fin de semana, cuando hay algo que celebrar, que nunca falta.
Como supongo este domingo será un día de celebración, se me hace agua la boca de solo pensar en la sorpresa que encontraré en el plato del almuerzo familiar.
Para muchos el resultado electoral será una gran sorpresa y confío será agradable para todos mis amigos, como el delicioso pastel choclo.