Callar el abuso no ayuda a que esto no siga ocurriendo, ni a impedir lo hagan contra otra persona y por esa razón es que cuento lo que sucedió conmigo hace poco más de un año.
Después de trabajar casi once años en Radio Bethel, de la iglesia del Movimiento Misionero Mundial, el 29 de abril de 2020 recibí una llamada telefónica:
– Señor Ugarteche, me han encargado decirle que usted va a trabajar en Bethel solo hasta el día de mañana, dijo una voz femenina.
– Está bien hermana, le ruego me diga ¿cuándo y dónde paso a cobrar mis beneficios sociales? respondí.
– Voy a consultar y le vuelvo a llamar, contestó muy atenta.
Pasaron unas horas y llamé a quien entiendo solamente estaba cumpliendo un encargo de sus superiores. Me dijo que ellos se comunicarían.
Recibí la llamada del hermano que manifestó ser el encargado de la radio y me indicó que no tenía beneficios sociales, puesto que había cumplido una tarea de “asesor”.
No recuerdo haber asesorado a nadie, respondí y en cambio le puedo afirmar que trabajé como periodista profesional colegiado, conduciendo diversos programas, en las mañanas y tardes, de lunes a viernes, como consta a miles de oyentes.
Dijo que por la pandemia la iglesia no tenía dinero y que por ser una emisora religiosa estaban en un difícil momento económico y “no tienes derecho a reclamar nada”. Le conté que hacía pocos días había entrevistado a un representante del ministerio de Trabajo, a quien le había expuesto un caso, sin decirle que era el mío y me respondió que, existiendo tanto tiempo de relación laboral, habiendo cursado recibos por honorarios en los últimos años y pudiendo probar una relación de dependencia, la empresa estaba obligada a pagar beneficios sociales.
Al día siguiente recibí la llamada del presidente de Bethel, Miguel Ángel Ángeles Ramón, quien me pidió disculpas por la forma intempestiva como estaba terminando nuestra vinculación, me dijo que espere un par de días, mientras buscaba la manera de atender mis requerimientos. Dos días después volvimos a conversar y en conclusión dijo que el pastor Luis Meza Bocanegra conversaría conmigo, terminada la cuarentena, cosa que después de meses no se ha producido.
Intenté hablar con el pastor Luchito pero no me contesta el teléfono.
Cuando recurrí al directivo encargado de las finanzas, el pastor Juan Llenque, me dijo que no tenía derecho a beneficios sociales, que así le habían indicado en la oficina legal. Será entonces por la vía legal como resolveremos esto, le contesté.
Como me empujaron a resolver esta situación de esta manera, con abogados, presenté la denuncia judicial y aguardo una sesión de conciliación prevista para mediados del mes de julio.
Los plazos se han prolongado por la epidemia y en el camino siguen ocurriendo situaciones como que, hasta hace poco, el pastor Juan Llenque también fue separado de su cargo y varios de sus más cercanos colaboradores en Bethel, corrieron la misma suerte.
Hacer público este tipo de situaciones además de ventilar lo que a simple vista es un abuso, busca advertir el tipo de cristianos con los que a veces nos podemos cruzar en los caminos del señor.