Polonia, el país de la llanura, pueblo cristiano amante de la libertad, generoso y entusiasta, fue uno de los primeros en dar muestras de rebeldía e insatisfacción con el socialismo, con el comunismo. Fue el primero en confirmar que bajo los regímenes comunistas cabía cualquier abuso y no había que dudar sobre la veracidad de las denuncias contenidas en el “Archipiélago Gulag”.
El líder sindical, que luego se convertiría en presidente de su país, Lech Walesa, duro crítico del sistema comunista, fue uno de los protagonistas que precipitó el fin del comunismo en la historia.
Con las denuncias de Solzhenitsin ocurrió casi simultáneamente que el mundo comenzó a enterarse de casos como el de Lech Walesa, un electricista, dirigente sindical protagonista de una huelga reprimida sangrientamente en los astilleros Lenin, en Gdánsk, Polonia.
Hubo más de 80 muertos y Walesa fue preso por alentar la huelga y despedido del trabajo cuando recolectaba firmas para la construcción de un monumento, en homenaje a las víctimas de esa protesta. Desocupado funda el Sindicato Libre Pomerania, nuevamente fue preso y finalmente repuesto en los astilleros en 1980.
La siguiente huelga alcanzó dimensión nacional y con los años se convirtió en líder del movimiento Solidaridad, que terminó por derrocar al régimen comunista en ese país. Walesa mantenía una relación con el Papa Juan Pablo II, que influyó para que su figura de dirigente sindical alcance dimensión mundial y en algún momento fuera reconocido con el Premio Nobel de la Paz. Ganó las elecciones de 1990 y pasó a ser el presidente hasta 1995.
Hoy es conocido universalmente como el principal artífice de la transición pacífica del comunismo a la democracia plural que existe en Polonia. “Un camino de esperanza” es la obra que resume su experiencia y el pensamiento que lo condujo a cambiar la historia de su país: “Los trabajadores eran asesinados por el fuego de las ametralladoras en camino al trabajo; el cadáver de un joven asesinado fue llevado por toda la ciudad sobre un marco de puerta, que inspiró una imagen en una película de Wajda ; la gente era arrestada y encarcelada en los sótanos del edificio del PMRN (Presidium del Consejo Nacional Municipal); la milicia sepultaba a sus víctimas en secreto durante la noche”.
En Rusia, en los países comunistas, se comenzaba a respirar un aire diferente. En Latinoamérica nos convencimos que no existía la dicotomía entre capitalismo o comunismo. Este último, como sistema político -saltó a la luz pública- era un fiasco, un reverendo fracaso. En el Perú comenzaron a desaparecer los propagandistas de los regímenes rojos, que hasta hacía poco eran vistos como ejemplo e ideal del sistema político y económico de corte estatista.
«Él cantaba que ya era hora que el muro cayera…Ellos cantaron con él: ¡Arranca de cuajo los barrotes del muro. Rompe los grilletes, rompe el látigo. Y los muros caerán, caerán, caerán. Y enterrarán al viejo mundo!»
(Adaptación de Jacek Kaczmarski, de la canción L’Estaca de Lluis Llach).