Tienes que haber navegado por sus aguas hasta llegar a enormes islas con pueblos que desde hace siglos habitan esos remotos parajes, insospechados, inimaginables, sorprendentes, en el corazón de un lago mágico.
Los aymaras son herederos de una civilización más antigua incluso que la de los incas, capaces de dominar ese entorno aparentemente inhóspito del Titicaca, se sumergieron en sus aguas para habitar más de 40 islas que causan asombro por su particular atractivo.
Visitar Puno significa navegar por el lago, el más alto del mundo y conocer siquiera una de sus muchas islas como Amantani, la más romántica, pero debes alejarte de las más pequeñas, de totora, que están a la orilla y navegar durante tres horas, lago adentro.
Entonces recién te das cuenta que se trata de algo impresionante, enorme, gigantesco y sorprendente, puedes comprobar que los seres humanos somos infinitamente pequeños.
Amantani le dicen también la isla del amor, por la belleza de su paisaje de cantutas y eucaliptos y si quieres pasar la noche debes llegar a un acuerdo con alguna familia que amablemente acceda a hospedarte.
Otra de las grandes islas es Taquile, con más de 500 escalones de una enorme escalera que debes subir para llegar a un lugar que tiene plaza, iglesia y escuela, de un pueblo que se alegra de recibirte. Están habituados a tratar bien a sus visitantes.
Estuve por ahí y fue tan grande mi asombro que perdí por completo el sentido de orientación, algo que nunca me sucede. No tenía ni idea donde estaba el norte ni el sur, sentí la sensación de caminar por el techo del mundo.
Amanecer y anochecer tienen un significado diferente cuando los celajes adquieren colores tan vivos, como el de las polleras puneñas y comprendes también de dónde escogen estos matices casi eléctricos, que llegan a herir la vista acostumbrada a tonos suaves, blandos y tenues.
No puedes visitar Puno sin navegar por el lago.
Fotografías de Lupe Chávarri.