Lo conocí en los 70 cuando entré a trabajar a Correo de Lima y él era jefe de redacción, gobernaba el general Velasco, todavía no expropiaba todos los diarios de circulación nacional, radios y canales de televisión, pero ya había echado mano a La Crónica y Expreso.
Julio vestía en verano camisas de varios y llamativos colores, alegres, tropicales y aparentes para su rostro mezcla de japonés con morena, de sonrisa oriental, estatura mediana y contextura delgada.
“La costurerita japonesa” le decían por lo bajo debido a su afición a recortar artículos y grandes reportajes de diarios europeos, que encargaba a los reporteros del aeropuerto y que con frecuencia traducían redactores apurados contra el tiempo antes que pierdan vigencia.
Cuando devolvieron los diarios a sus dueños, recaló en el ministerio de transportes y comunicaciones y luego en la municipalidad de Lima, amparado por Eduardo Orrego Villacorta, de donde pasó a Panorama de Canal 5 y después a ATV, donde volvimos a coincidir y permaneció varios años.
Cuando se retiró fundó su propia empresa “Imagen y Noticias” a donde me llevó para prestar servicios de asesoría periodística a importantes empresas nacionales.
Contrariamente al estereotipo del periodista del siglo pasado, no fuma ni toma licor, pero si le gusta el baile, el merengue, la salsa, la rumba y el guaguancó.
Aunque no es muy habiloso para la redacción si posee ojo clínico y olfato de sabueso para detectar las noticias trascendentes, que algunos modernos directores no alcanzan a diferenciar.
En febrero del 2018 reportaron su desaparición, se había perdido en los laberintos que la edad nos trae a la mente para olvidarnos de odios y traiciones. Lo encontraron al día siguiente y aparentemente pasó la noche caminando por una ciudad que de pronto se le presentó extraña. No era ninguna de las tantas que había visitado por el mundo.
Desde esa fecha no he vuelto a saber de él, pero confío estará bien cuidado y protegido de la peste que nos preocupa a todos.