Lo conocí en los ochenta cuando no ejercía ningún cargo público ni tentaba todavía la alcaldía de Miraflores, ni mucho menos la municipalidad de Lima.
A Alberto Andrade lo acompañaba la fama de buen empresario, los artículos de cuero de “Alda” eran los más preciados del momento y le permitieron disponer de capital propio y limpio, para entrar al siempre complicado mundo de la política.
Como suelen ser los hombres de empresa, era de muy pocas palabras y cuando se animaba prefería cortar los debates demasiado largos y generalmente poco útiles.
Pero lo hacía con buenos modales, con una frase ingeniosa y sonrisa de oreja a oreja, aconsejando la manera de evitar algún problema o tropiezo fruto de la inexperiencia o del entusiasmo excesivo.
Fue alcalde de Miraflores entre 1990 y 1996 con altísimas votaciones que lo animaron a formar su propio partido llamado primero Somos Lima y luego Somos Perú. Pasó de la alcaldía de Miraflores a la de Lima, pero no tuvo suerte cuando intentó la presidencia de la república.
Entre sus principales obras está la vía expresa de la avenida Javier Prado, reordenó el centro de Lima, combatió el comercio ambulatorio e informal, impulsó programas de rescate y promoción de nuestros valores culturales, ordenó la recaudación de los tributos municipales y reacondicionó el Parque de la Reserva, entre otras iniciativas de su inagotable repertorio empresarial.
Lo dejé de ver cuando se convirtió en autoridad y nos reencontramos muchos años después, cuando estuve trabajando en Trujillo y él viajó a esa ciudad y me buscó para conversar una tarde en los jardines de un céntrico hotel.
La misma sonrisa de siempre, aunque con los bigotes blancos me anticipó los cambios que ocurrirían al poco tiempo, con la inminente elección de Alejandro Toledo, pero esa es otra historia.
El tabaco le pasó factura el 19 de junio del año 2009.