Irreverente, informal, espontáneo, irónico, cachaciento, aparentemente despreocupado, pero sin embargo gustaba de asumir causas de enorme contenido social. Era sensible al clamor de los más necesitados y también por las mujeres jóvenes, bellas, esculturales y fotogénicas, que adornaban sus portadas.
Hincha fanático del Coopsol, se daba tiempo y espacio para quitarse el sombrero cuando el triunfo era de la U, Alianza Lima o Cristal. Por momentos parecía un Sherlock Holmes y a ratos Magaly Medina o Carlos Cacho.
Víctor Hugo Paredes Florián fue durante muchos años el director de “El satélite” único tabloide vespertino que se publica en el Perú y el pasado mes de mayo se cumplieron 4 años de su partida. Conmigo encontró confianza para compartir quehaceres periodísticos.
De baja estatura, canoso, bigotes mejicanos, camisas que se salían del pantalón y pantalones que podían terminar de caer, era una suerte de disfraz para un cuestionador permanente hasta de su propia existencia.
Como buen periodista quería saber todo, preguntaba, comentaba y renegaba cuando no conseguía ese dato preciso que faltaba para terminar de entender lo que había sucedido.
Tantos años en el periodismo le hicieron dueño de un conocimiento de los detalles más íntimos de las familias trujillanas, de sus autoridades y personajes claves en la vida económica, política, social y artística de una ciudad inquieta por conocer eso mismo.
Supo convertir el trabajo en su mayor diversión y consiguió rodearse de un selecto grupo de colaboradores, con los que compartía recursos y herramientas para conseguir esas noticias que le agitaban el corazón, a veces una lágrima o una sonrisa de satisfacción.
Por encima de todo fue un ser muy humano, muy comprometido con la verdad y con sus semejantes. Más de una vez oramos de rodillas en altares particulares de cristos milagrosos a los que acuden solamente invitados.
También compartimos almuerzos a la sombra de un árbol en una huerta con corrales de cabras, patos y chanchos o simplemente una bandeja de atún con cebolla, bajo una sombrilla frente al parque.
Hoy lo reemplaza Pepe Hidalgo, un joven y talentoso periodista con dotes de escritor, de espíritu igualmente solidario y con la virtud del orden y disciplina propios de buen profesional.
Saludos a Pepe Hidalgo y a Víctor Hugo que donde se encuentre, seguramente mortificado con el castigo que nos trae la peste del coronavirus.