Huaylillas es uno de los trece distritos de Pataz, en La Libertad y como numerosos pueblos de la sierra y selva, allí optaron por imponer sus propias reglas para evitar la llegada del coronavirus. Tiene solamente dos accesos delimitados por puentes en los extremos y allí instalaron piquetes de ronderos que impiden el ingreso o salida de cualquier persona.
A diferencia de lo ocurrido en Lima, la decisión fue adoptada oportunamente e impidió la propagación de la peste china, hasta el momento.
El virus llegó al Perú por el aeropuerto Jorge Chávez y cuando el gobierno decidió cerrar nuestros aires fue demasiado tarde. La epidemia se había propagado por Lima y gran parte del país.
Esto pudo no haber ocurrido si como en Huaylillas se ponían firmes y establecían siquiera un mínimo de control, una cuarentena a los viajeros procedentes de Italia, Francia, España o China.
Pero la peste llegó a pesar de todas las advertencias y siguió aterrizando hasta que se convencieron que había que hacer como los ronderos y aplicar aquello que impide en estos días que la situación se complique más.
Lo malo es que hay quienes no quieren admitir esta verdad y nos inducen a cometer los mismos errores del profesor universitario ayayero, repitiendo que en la guerra con Chile Prado huyó con la colecta para comprar armas. El dinero lo gastó Piérola y quienes lo secundaron en el traicionero golpe de Estado.
El gobierno no actuó rápido en el cierre del aeropuerto y por eso es que 40 días después tenemos más de 20 mil infectados y cerca de mil muertos. Y ocurrió debido a que no hicieron lo que están haciendo los ronderos de Huaylillas y tantos otros pueblos del Perú.
No es con mentiras y ayayeros que vamos a ganar la guerra del coronavirus. Un viejo amigo de Huaylillas, médico de profesión, agradece al virus que nos enseñó a lavarnos las manos, unió a padres con hijos en la cuarentena y desnudó la ausencia de una política de salud pública.