Cantaba apenas al sentarse junto a una mesa del restaurante, de esos que funcionaban con radiolas a las que había que colocar monedas para escoger el disco que le sacudía el alma y le hacía brotar lágrimas de un dolor escondido en el corazón.
En la foto de la izquierda Edgard López con Alberto Portugal Vélez y Víctor Jaliri (+)y en la otra aparece también Weston Tejada.
Me animaba para almorzar juntos y deleitarse con la música de Los Diablos, de Santa Bárbara, de Camilo Sesto, Nino Bravo los Blue Splendor o Los Doltons.
Edgard López Dill’Erva fue un periodista de otro tiempo, de mi tiempo, de los 70, 80, 90…hasta que nos dejó, hace algunos años, abrumado por la pena de la soledad, la desilusión de la fantasía de un mundo que inventó para disfrutar la alegría de vivir. Partió como muchos, cansado de un silencio que lo ahogó.
Coincidimos en Correo y me dio la mano, la sana, para ambientarme a las exigencias de viejas máquinas de escribir, con cintas igual de usadas, con huecos en los que se enredaban las teclas desgatadas por los fuertes golpes de palabras sin sentido.
La poliomelitis le afectó la mano, el brazo y una pierna, pero no le impedían teclear, bailar y tocar instrumentos como el órgano eléctrico. La ciencia derrotó al virus y él la burla cruel de los que le decían manito.
Fuimos amigos antes del trabajo, antes de Correo y estuvimos en muchos bares, siempre con radiola, disfrutando música alegre y también romántica y el rock and roll de moda. Llevaba el compás como con batería y cantaba con ese sentimiento que escapa del alma del enamorado a veces no correspondido. Llegaba a llorar por la chica que lo premió con una mirada, por la sonrisa insinuante en la fiesta de anoche, el abrazo sincero de un juvenil cariño, el secreto chismoso que le confió por teléfono.
Siempre tuvo una razón para amar y sufrir, reír y llorar, cantar y hundirse en la profundidad de un silencio que terminó por ahogarlo.
Comenzó en Correo, innovó en los primeros años de Radio Programas del Perú, saltó a Panamericana y la televisora estatal y algunas emisoras de Tacna e Ilo junto con el periodista Royce Zeballos. En el puerto conoció a una bella piurana que lo llevó al altar y después lo dejó.
La Coritica le decían los más cercanos, la bruja sus contertulios y el correcaminos los que conocieron de sus inútiles esfuerzos por seducir a una secretaria.
Debe estar en el cielo que es a donde van las personas de nobles sentimientos, los que no piensan ni pierden el tiempo en hacer daño a nadie, los que predican la amistad como el más grande valor entre las personas.
Te llamaba Charly
La encontré en la calle tendida y lloró de hambre
Charly
Se marchó de mi vida
Vivo esperando
Que regrese algún día
Tuviste suerte
Al cruzarte en mi camino
Yo te salve de tu destino
oh Charly.
Enviado el 9:24 a. m., 28/4/2021 a Rubén Ticlavilca Godínez