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domingo, noviembre 24, 2024

EL NANO LAURA

Falleció hace algunos años con el grado de coronel de la policía y en al velatorio frente al Hospital Militar, recordé cuando por primera vez lo vi con uniforme de cadete, en 1969, en la cola de voluntarios para donar sangre en la Cruz Roja, en la avenida Arequipa y debía escribir una nota para el diario La Crónica.

Nos reconocimos y confundimos en un fuerte abrazo de paisanos de Tacna y primos porque nos tratábamos así, por la cercanía que unía a nuestras madres.

– ¿Dónde estás trabajando?, le pregunté imprudente cuando supe que había pasado al retiro.

– En el TLC, me respondió sonriente y soltó una carcajada cuando me explicó que se dedicaba a Trapear, Lavar y Cocinar TLC. Era una broma.

Alegre pese a lo duro que significa para los policías pasar su vida enfrentando a delincuentes, lo incómodo de los turnos, las órdenes de inamovilidad, cambios de destino que los alejan de sus familias y el peligro al que están expuestos todos los días.

Vivió su niñez en las 200 casas, el agrupamiento de viviendas que construyó Odría en los años 50 y aunque era un poco mayor estuvo siempre junto a quienes nos divertíamos en los mismos jardines.

Era compadre de mi hermano Juan Manuel, que administra mejor sus tiempos y puede programar reuniones que el periodismo me impedía con horarios exigentes y desordenados, pero más de una vez pude acompañarlos.

Cuando jugamos a policías y ladrones jamás sospeché que alguno se entusiasmaría a seguir la carrera policial que Carlos Armando Laura Vargas siguió de manera ejemplar.

Al acordarme de él, su viuda, sus hijos, su madre Iris, quiero rendir homenaje, una vez más, a los policías que hoy más que nunca exponen sus vidas para protegernos.

Por ser novato en el oficio no me atreví a poner su nombre en esa nota de La Crónica, que hoy corrijo, con un saludo allá donde te llevó el señor.

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