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sábado, noviembre 23, 2024

75 AÑOS DEL PRIMER NÚMERO DE OIGA

LA OBRA DEL VASCO-PERUANO PACO IGARTUA

Por About  Basque Country- Nov 8  2023

Tal día como hoy, en el año de 1948, se publicó el primer número de la revista Oiga!, la mayor obra del periodista y escritor Francisco «Paco» Igartua. Del que hemos escrito mucho en esta web y del que se acaba de celebrar el centenario de su nacimiento. Ese 8 de noviembre fue el inicio de Oiga, la revista de análisis que haría historia en el Perú y que ahora, en pleno siglo XXI y a 75 años de su nacimiento, sigue siendo un referente del periodismo de este país. Entonces tenía 25 años y ya había conocido lo que es ir a la cárcel por ejercer la libertad de expresión.

Fue el inicio de Oiga, la revista de análisis que haría historia en el Perú y que ahora, en pleno siglo XXI y a 75 años de su nacimiento, sigue siendo un referente del periodismo de este país. Entonces tenía 25 años y ya había conocido lo que es ir a la cárcel por ejercer la libertad de expresión.

La aparición del semanario Oiga fue consecuencia del golpe que el general Manuel A. Odría encabezó, un 27 de octubre de 1948, contra el presidente José Luis Bustamante y Rivero. No es extraño, por lo tanto, que en su primer editorial su fundador y director escribió: “Aparece este semanario en un momento crítico y lleno de incertidumbre e inquietud para la patria”.

Pero solo salieron tres números, pues su director fue encarcelado a las cuatro semanas de la inauguración. Aquél primer número fue seguido de dos más y por su cierre, ordenado por la dictadura odriísta.

Con ello acabó la primera etapa de esta publicación. Tan corta en el tiempo que, en muchas ocasiones, no se cuenta como una de las etapas de esta publicación.

En su libro “Siempre un extraño”, Francisco Igartua menciona un hecho que hasta el momento no había sido recogido por sus biógrafos: en el financiamiento de esta primera Oiga, participa desinteresadamente la periodista y publicista peruana Doris Gibson Parra del Riego, tal como lo menciona Igartua a continuación:

La aparición del semanario Oiga fue consecuencia del golpe que el general Manuel A. Odría encabezó, un 27 de octubre de 1948, contra el presidente José Luis Bustamante y Rivero. No es extraño, por lo tanto, que en su primer editorial su fundador y director escribió: “Aparece este semanario en un momento crítico y lleno de incertidumbre e inquietud para la patria”.

Pero solo salieron tres números, pues su director fue encarcelado a las cuatro semanas de la inauguración. Aquél primer número fue seguido de dos más y por su cierre, ordenado por la dictadura odriísta. Con ello acabó la primera etapa de esta publicación. Tan corta en el tiempo que, en muchas ocasiones, no se cuenta como una de las etapas de esta publicación.

En su libro “Siempre un extraño”, Francisco Igartua menciona un hecho que hasta el momento no había sido recogido por sus biógrafos: en el financiamiento de esta primera Oiga, participa desinteresadamente la periodista y publicista peruana Doris Gibson Parra del Riego, tal como lo menciona Igartua a continuación:

«Aquella mañana del uno o dos de noviembre de mil novecientos cuarenta y ocho, cerca del mediodía, exponía Francisco en los portales su propósito de publicar un semanario, un panfleto, que gritara las protestas de su generación por el cuartelazo contra Bustamante y su rechazo a la dictadura que acababa de entronizarse en el país. Pero Francisco no tenía un centavo. En la mesa estaban Sérvulo y Doris Gibson, Guillermo Ugaz, Juan Ríos, Carmen Sosa y alguien más. Francisco explicó sus proyectos y su falta de fondos. Doris Gibson se prestó de inmediato a conseguirlos. Y, poniéndose de pie, se dirigió al otro lado de la plaza, a los portales del frente, al Chez Víctor, donde esperaba encontrar a Armando Revoredo, el último Primer Ministro de Bustamante, que acababa de estar en prisión. Al poco rato regresó Doris a la mesa del Café. Traía dos mil soles para Oiga, el proyecto de Francisco. Los mil que faltaban, también por intermedio de Doris Gibson, Francisco los obtuvo, con alguna solemnidad y firma de un documento simbólico, de Pechitos Bustamante. Así nació el primer periódico personal de Francisco: Oiga»

Primer exilio

Como es de imaginar, esta publicación no le gustó al régimen odriista. De ahí su cierre obligado. Pero le gustó menos aún que pocos meses después, en octubre de 1950, Igartua asumiese la dirección de la revista Caretas, fundada por Doris Gibson Parra y por él mismo.

Le gustó tan poco que en 1952 decidió deportarlo a Panamá. Desde donde Igartua viajó a Chile para después volver, por sorpresa y sin autorización del gobierno militar, a Lima. Allí se refugió en el diario El Comercio de donde el régimen dictatorial intentó sacarle a la fuerza, algo a lo que se negó el director del diario, Luis Miró Quesada. Después de muchas negociaciones Igartua pudo quedarse en su país y asumir, de nuevo, la dirección de Caretas.

La vuelta de Oiga. Segunda y tercera etapa

En 1962 abandona esta publicación para volver a activar Oiga, esta vez sin signo de admiración, y convertir esta revista en el principal semanario de análisis político del Perú. En esta época Igartua como director de la revista, y por lo tanto como responsable de la línea editorial de ésta, va apoyando a diferentes candidatos a la presidencia.

Candidatos como Fernando Belaúnde Terry al que respalda durante su campaña presidencial de 1962 para, con posterioridad, fiscalizar su gobierno y ser muy crítico con el mismo. Porque él, Igartua, siempre se mantuvo fiel a sus posicionamientos contra la corrupción, en defensa de la democracia, la justicia social y la libertad de prensa.

Eso le llevó a apoyar a aquellos líderes políticos que parecían coincidir con estos principios, para luego fiscalizarlos y criticarlos al ver que, en la práctica y una vez alcanzado el poder, todos se olvidaban de los principios.Durante este gobierno, el de Belaunde, Oiga inicia su tercera etapa al abandonar en 1965 el formato «periódico» y adoptar la forma de una revista «estilo Time».

En 1968 ante la situación de bloqueo que sufría el gobierno de Belaunde a manos del APRA y loa odriistas, los militares, encabezados por Juan Velasco Alvarado, dan un golpe de estado justificado por la necesidad de impulsar un plan que sacase al país de la situación de crisis en la que se encontraba.

Tras el golpe, los comandantes generales del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea se constituyeron en Junta Revolucionaria e instauraron el autodenominado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, que se planteaba como objetivos incrementar la justicia social a través de nacionalizaciones de los sectores productivos estratégicos (como bancos, industria petrolera y sectores relacionados con la exportación) y de una profunda reforma agraria. Igartua y por lo tanto Oiga, apoyó el proceso de reformas. Pero defendiendo la necesidad de convocar elecciones para una Asamblea Constituyente, y que se mantuviera la libertad de prensa.

El segundo exilio

La protesta de Igartua a través de Oiga el control de los diarios por parte del gobierno de Velasco trajo como consecuencia su exilio a México en 1974, donde permaneció hasta 1977. Es decir, Igartua fue exiliado tanto por gobiernos de derecha como por gobiernos de izquierda. Gobiernos de ideologías diferentes pero que tenían en común su posicionamiento contrario a la democracia y, por lo tanto, a la libertad de expresión y prensa.

Podría haberse exiliado en el Chile recién controlado por el golpista Augusto Pinochet, tan contrario a los principios que decía seguir Velasco. Pero no, escogió México. El México que recibía a los chilenos que huían de la represión del golpista Pinochet y a los que, como él, huían de la represión de otro dictador que se decía de signo contrario, Velasco. Allí, como reconocimiento a su calidad como periodista acaba siendo el director del Suplemento Dominical del diario Cadena Sol. Un caso extraordinario que demuestra su prestigio, ya que no es habitual que un «no mexicano» dirija un medio de comunicación.

Igartua estuvo en México en un momento de una gran vitalidad cultural, literaria y artística en general. Allí convivió con algunos de los más importantes escritores y artistas iberoamericanos. Con los que no solo mantuvo una intensa relación, sino con los que colaboró a traves del Suplemento Dominical del diario Cadena Sol. Hay una tarea por realizar, importante, en el estudio la vida de Igartua: investigar su trabajo y sus relaciones durante los tres años que estuvo en México.

Como preludio de ese trabajo y gracias a la labor de Josu Legarreta se han sacado a la luz dos artículos firmados por Igartua en México. Son de los pocos que aparecen firmados por él en aquel país y, seguro que no por casualidad, tratan de dos asuntos de gran importancia para un demócrata, defensor de la libertad y un vasco, como era Igartua.

Nosotros, en este aniversario de la revista Oiga, los reproducimos, porque pensamos que reflejan el espíritu que guio toda la vida a este peruano que se sentía profundamente vasco.

Su visión del franquismo

En el dedicado a otro dictador, tipo de personaje que por cuestiones vitales conocía muy bien, se refiere a los estertores del régimen de Franco y de diferentes horizontes que se perfilan tras la desaparición de su régimen dictatorial. En el artículo demuestra un buen conocimiento de lo que ocurre en aquel «Reino de España en estado de regencia» (tal y como lo definió el propio dictador).

Habla de los movimientos de los grupos de oposición democrática; del cese de la Jefatura del Alto Estado Mayor del teniente general Manuel Díez-Alegría, poco cercano a los grupos más intransigentes del franquismo; y cita a los vascos como los únicos que dentro del Estado español mostraron una clara oposición al régimen impuesto por el dictador.

En su amplio artículo también se puede leer, entre líneas, una respuesta a los que defienden posiciones totalitarias escudándose en bien del pueblo. Lo hace citando a Mario Soares y su apuesta por un socialismo respetuoso con la democracia, la libertad y la justicia social, contraponiéndolo a los que entre democracia y justicia social piensan que se puede sacrificar la primera con la exclusa de defender la segunda. Tal vez pensando también en un caso tan cercano a él como el de Velasco Alvarado.

Lope de Aguirre, la primera declaración de independencia

El segundo artículo, el de Lope de Aguirre «el loco», como se le suele llamar, o «el traidor» como él mismo se autodenomina en su extraordinaria carta a Felipe II donde declara la independencia de las tierras americanas en pleno siglo XVI, no sólo es una lección de análisis o de historia. Es la reivindicación de un hombre, de un vasco, olvidado y vilipendiado.

En Isla Margarita y otros lugares de Venezuela, hoy en día (o hasta hace muy pocos años) se amenazaba a los niños que se portaban mal con que iba a venir «Lope de Aguirre». Lo que indica el poder de la leyenda negra impuesta por los poderes coloniales, que ha sido capaz de mantenerse incluso en la Venezuela republicana que se libró del yugo colonial creado por los mismos que denigraron a Lope de Aguirre.

Igartua en su artículo de Lope de Aguirre hace lo mismo que hizo muchos años después en el primer Congreso de la Comunidades Vascas en el Exterior, recordar y reivindicar una figura histórica olvidada, presentándola en todo su valor e importancia.

En el primer congreso de los vascos en el exterior, que se celebró en Vitoria en 1995, reivindicó ante todos los representantes de esa comunidad en el mundo y ante las instituciones a otros vascos, a los miembros de nuestra Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu de Lima.

Lo hizo recordando que las primeras agrupaciones de vascos organizadas en América no nacieron en el siglo XIX, como afirmaban los que no tenían una visión global de los vascos en el mundo, sino en el siglo XVII. Las hermandades y cofradías de Aránzazu, nacidas para la defensa de los intereses de la comunidad vasca y que sirvieron para crear una red de apoyo para los vascos en todas a lo largo de todo el Reino de las Españas. De todas ellas la de Lima, nacida en 1612, fue la primera.

Vuelta al Perú. Cuarta y quinta etapa de Oiga

Al retornar al Perú inauguró la cuarta etapa de Oiga en 1978 y se procedió recuperar, de nuevo, el formato tipo tabloide, a la vez que se usó un nuevo membrete: Oiga 78.

En 1980, con el inicio del segundo gobierno de Fernando Belaúnde, Oiga abrió su quinta etapa, al convertirse de semanario de análisis en revista de más amplia cobertura, recuperando el formato «estilo Time» e incluyendo, también, nuevas secciones dedicadas a asuntos no tan políticos y más cercanos a amenidades.

Lo que siguió manteniendo, sin desmayo, fue una coherente postura de defensa de los principios que siempre le guiaron: la lucha contra la corrupción y la defensa de la democracia, la justicia social y la libertad de prensa. Es decir, desde donde continuó denunciando los desmanes de miembros de la clase política y económica de su país.

Con grandes esfuerzos y dificultades Oiga se mantuvo en los quioscos durante de los gobiernos de Belaunde, Alan García y el primer quinquenio de Alberto Fujimori, hasta que la presión política y económica de este último, convertido en un dictador a través de un autogolpe, contra la prensa opositora obligó, por asfixia económica a través del acoso tributario, a cerrar la revista. Un cierre que le arruinó, por honrar sus compromisos con los trabajadores y proveedores.

El final de Oiga y su despedida

Posiblemente si se hubiera plegado, como otros, si hubiera abandonado sus principios, la revista con él como director hubiera sobrevivido. Pero Igartua no era de ese tipo de periodistas, ni de persona.

Su último número apareció el 5 de septiembre de 1995, edición número 756, denominado «Adiós con la satisfacción de no haber claudicado». En él se despide con una editorial que cuenta las razones del cierre, pero, sobre todo, explica las razones que le llevaron a no plegarse al chantaje.

Como dice en uno de sus párrafos: «Pero ¿qué importa lo ganado o lo perdido en la ruta? Sí me importa morir con dignidad, con la altivez con que vivimos estos últimos 33 años de Historia del Perú».  

Paco Igartua siguió escribiendo en varios periódicos peruanos, como Correo y Expreso. Seguirá haciéndose escuchar en su columna “Canta Claro” donde trató temas económicos, políticos y sociales.

Además de su fructífera actividad periodística, publicó varios libros, entre los que destacan Siempre un extraño, la primera parte de sus memorias, y Reflexiones entre molinos de viento, con sus artículos periodísticos. Estaba casado con Clementina Bryce, hermana del famoso escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, con la que tuvo dos hijos.

 

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