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sábado, noviembre 23, 2024

EL COCACHO

Entre los muchos bares que visité en mi juventud, generalmente acompañado de Edgard López D’lerva o Hermes Julio Patiño, hubo uno que conocíamos como “El cocacho”, en la avenida Arias y Aragüez, no muy lejos de la calle Zela, pero lo suficientemente apartado de miradas indiscretas que abundan en el centro de la ciudad de Tacna.

No recuerdo cual sería el verdadero nombre del establecimiento al que fui un par de veces después de trabajar todo el día, que constaba de dos pequeños ambientes, en el primer piso la radiola, el mostrador y dos mesas chicas generalmente ocupadas por parroquianos que llegaban más temprano.

El segundo piso era un altillo posible de habilitar gracias a la gran altura que tienen los techos de las antiguas casonas. Una escalera de cinco o seis peldaños de madera permitía el acceso a una de las tres mesas acomodadas entre el techo y las paredes que parecían juntarse.

Le decíamos “El cocacho” por la manera que teníamos para llamar al mozo que cambiaba las botellas bacías por otras con cerveza helada, que es como hay que tomarla, aunque sea una fría noche de invierno y afuera esté lloviendo. Unos pocos golpes con el taco y el mozo subía ligero y dispuesto a recibir unas monedas para colocar los discos favoritos D13, F 5 y C 7.

Y en menos de un suspiro teníamos cantando a Los Iracundos, Salvatore Adamo , Camilo Sesto o Santabárbara (Se llamaba Charly) y Edgar golpeaba la mesa con sus manos llevando el compás de la canción.

Cuántas veces nos han dicho riendo tristemente, que las esperanzas jóvenes son sueños.
Tantos, de luchar están cansados, y no creen más en nada de lo bueno de este mundo.

El mundo está cambiando y  cambiará más.
El cielo se está nublando hasta ponerse a llorar,
Y la lluvia caerá, luego vendrá el sereno.
Y la lluvia caerá….

Edgard y Hermes Julio nos dejaron hace varios años, pero siguen vivos en mis recuerdos y los prefiero así, que como me contaron fueron sus últimos días.

“El cocacho” no existe más, traté de ubicarlo la última vez que visité mi tierra, pero fue reemplazado por otro negocio. El mundo que dejaron era diferente, ha cambiado, las esperanzas jóvenes siguen siendo sueños. La fe es creer que va a suceder y la valentía es hacer que suceda.

 

 

 

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